La saga de Bernardino – 2

La semana pasada empezamos a reseñar el artículo de Bernardino que se publicó el 10 de agosto de 1958, y que tituló “Batista venía conmigo”. Al leer este titular, pensamos que se refería a Fulgencio Batista, presidente de Cuba en ese momento&#82

La semana pasada empezamos a reseñar el artículo de Bernardino que se publicó el 10 de agosto de 1958, y que tituló “Batista venía conmigo”. Al leer este titular, pensamos que se refería a Fulgencio Batista, presidente de Cuba en ese momento y amigo de Trujillo, por lo que especulamos que habría venido en una visita de cortesía. Pero, el viajero no era Fulgencio Batista, sino un vegano llamado Aridio Batista Durán, exiliado político, y que se suponía vendría a República Dominicana luego de tener varias conversaciones con Bernardino, las cuales se reseñan en la sección del artículo que hoy reproducimos. No creemos que tengamos que dar muchas explicaciones de los párrafos incluidos hoy, porque se explican por sí mismos, y Juancito Rodríguez, Juan Bosch y Jimenes Grullón son muy conocidos por los lectores. Sin embargo, Ángel Morales, quizás no sea muy recordado. Morales fue ministro cuando Horacio Vásquez, y desde los inicios de Trujillo, fue su opositor, yendo al exilio desde muy temprano en la Era. Buscando información sobre él encontramos referencias muy importantes, citadas por Fernando Infante en su Cronología de Trujillo, en que reproduce varios párrafos de noticias relacionadas con Morales, tales como que el 23 de diciembre de 1945, la prensa reseñó que “En un artículo titulado Juventud de Trujillo, el joven Johnny Abbes G., quien “apenas hace unos años cumplió la edad electoral”, escribe: “Qué asquerosos nos encontramos a tipos como Juan Bosch, Ángel Morales, doctor Lara, etc., que den gracias a Dios esos estúpidos porque no se encuentran al alcance de nosotros los jóvenes…”. Más tarde, en 1946, un senador se refirió a “los elementos que, desde el extranjero se han dado a la abyecta tarea de atacar a la persona y la política del Presidente Trujillo –Ramón de Lara, Juan Bosch, Ángel Morales, Leovigildo Cuello, Luis Mejía, Juan Isidro Jiménez-Grullón…”. Quizás, Morales sea más recordado porque en 1935 Trujillo había ordenado su muerte, y por equivocación, se asesinó a Sergio Bencosme.

A continuación, el artículo de Bernardino:

Y no es, precisamente, que a mi Generalísimo se le haya causado enojo, en esta ocasión. Creo que no; pero como leí una carta en EL CARIBE del 4 de agosto en curso, suscrita por el señor Aridio Batista Durán, dirigida al Generalísimo, mediante la cual aclara, de manera precisa y sincera, su posición frente al renegado dominicano, Manuel Batista Clisante, consideré de mi incumbencia narrar el capítulo de mi historia Siete Años en la Cuenca del Caribe, que en relación con el dicho Manuel Batista, van a conocer ahora mismo mis lectores.

Era el año 1952. ¿La fecha exacta? No la recuerdo, pero reposa en mi archivo personal, cuando, encontrándome desempeñando las funciones de Cónsul General de la República Dominicana en Nueva York, me fue introducido, a solicitud de él, el señor licenciado Manuel Batista, quien vino a mí, arrastrado por la política de “puertas abiertas” que inicié en la Cuenca del Caribe, y en Nueva York, conjuntamente con la “mano amiga de Trujillo”, que le tendí a todos los desengañados de las quijotescas aventuras de Cayo Confites y Luperón, que vagaban como derelictos (sic) por playas extranjeras, muy mal vestidos, unos; hambrientos, otros, y hasta harapientos, muchos de ellos, excepción hecha del grupo de muchachos valientes que traje a la República, en ese mismo año, y que fueron perdonados e indultados por el Generalísimo.

Manuel Batista, un abogado de La Vega, quien había sido secretario “del Bolivai (sic) del Caribe”, Juan Rodríguez, se encontraba en una situación penosa, y así me lo manifestó. Me habló de su arrepentimiento, de sus angustias, su caótica situación, en un sentido lato, y del deseo que abrigaba de acogerse a las sólidas y nunca desmentidas garantías que a tantos, sanos, unos; y enfermos mentales, otros, ofrecí siempre con el respaldo, por supuesto, de mi Generalísimo, y a las cuales se acogieron los más y mejores de los equivocados, o engañados por el iletrado Juan Rodríguez –valga la paradoja–, por el cuentista Juan Bosch o por el sexualmente dudoso Ángel Morales, o por aquellos otros que hicieron del exilio voluntario una jugosa industria, o también por aquellas aves de rapiña que como Jimenes Grullón se precipitaron al “desplume” de Juancito.

Pues bien, siguiendo el hilo de nuestra historia, no solamente acogí con simpatía la idea de sumarnos un nuevo arrepentido, sino que siendo Batista vegano, y habiéndome hablado de sus viejas amistades con Don Virgilio Trujillo, a quien me mencionó como persona que podría responderme de su sinceridad, decidí mandar a asearlo y vestirlo, con dinero de mi Generalísimo, claro está, y llevarlo a presencia de mi dilecto amigo, el Teniente General José Arismendi Trujillo Molina, exitoso fundador de La Voz Dominicana, quien se encontraba alojado en el hotel “Park Sheraton”, de la ciudad de Nueva York.
El Teniente General Trujillo recibió muy afablemente al licenciado Batista, a la vez que le instó a que tuviera absoluta confianza en la “política de puertas abiertas” que habíamos puesto en práctica, toda vez que ésta tenía todo el respaldo magnánimo y sincero de su ilustre hermano, mi Generalísimo.

Continuará la próxima semana.

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