Mujeres de valor apuestan al campo

Ellas labran la tierra, siembra las semillas y esperan el fruto con paciencia. La aspereza de sus manos refleja su duro trabajo, el que se hace bajo el calor del sol en los campos de República Dominicana.

Ellas labran la tierra, siembra las semillas y esperan el fruto con paciencia. La aspereza de sus manos refleja su duro trabajo, el que se hace bajo el calor del sol en los campos de República Dominicana.Pese a las dificultades que enfrentan en las zonas rurales del país, muchas mujeres han apostado al campo y desde allí luchan por mejores oportunidades. Las hay que agarran la azada, el hacha y la coa para cultivar la tierra y también toman la tiza y el borrador para impartir enseñanzas.

A la edad de 15 años, Flor María Brioso Mercedes recorría las calles de Monte Plata en su motor “Salta Monte” vendiendo los pollos que había criado en la pollera de la familia.

Con este negocio pudo pagar la carrera Educación Inicial en la Universidad del Caribe, Distrito Nacional. Cuenta que para poder llegar a tiempo a la academia salía a las cinco de mañana de una pequeña comunidad que en ese entonces no contaba con energía eléctrica.

Mientras sus compañeros hacían sus tareas en ‘smartphone’, ella debía viajar al pueblo de Monte Plata al centro de internet más cercano.

“Cuando yo dije lo que hacía y de donde venía, todo el mundo se quedó en cámara lenta mirando a esta pobre campesina. Pero ahí estaba con ellos, pagando lo mismo que ellos pagaban y recibiendo la misma educación que ellos recibieron”, dice con gran orgullo.

Mercedes pudo graduarse y hoy es un ejemplo en su comunidad. Imparte docencia en el centro educativo El Hatillo y es presidenta de la Federación de Mujeres Campesinas de Monte Plata (Femucamp) que agrupa más de 463 mujeres en 21 asociaciones.

“Me preparé y siempre dije quiero trabajar en mi comunidad, porque si nací en mi comunidad tengo que ayudarla. Cuando se quiere se puede y lo hice; atendiendo a mi esposo, conuco, animales y a los problemas que se presentan”, destaca.

Agrega que “la vida de las campesinas es linda. Sólo hay que saber lo que queremos para nosotras y nuestros hijos, porque mucha gente abandona los campos y se van a la ciudad a vivir a la orilla de un río”.

En el paraje Los Prados de Hatillo, Monte Plata, Ana Celia Brito, mejor conocida como Mamán, es un referente de trabajo y entusiasmo.

Esta mujer de piel oscura lleva en sus manos las marcas de 43 años de labor ininterrumpida en el campo.

A los 15 años tuvo su primer conuco, y por ello conoce muy bien el proceso de cultivo de arroz, plátano, yuca, arroz, maíz chinola y cacao, así como la crianza de gallinas y puercos. Con el sudor de su frente crio a sus siete hijos.

“Si nos ayudan a arreglar estos caminos, podemos decir que podemos vivir mejor que en la capital”, cuenta la señora de 58 años.

Luchando por sus tierras

Por años, la tenencia de la tierra ha constituido una de las principales luchas que enfrentan las mujeres campesinas. Beata Vidal, presidenta de la Asociación Santa Clara, en la comunidad Los Cocos de Hatillo, Monte Plata, junto a un grupo de mujeres afiliadas en organizaciones campesinas lucharon por más de 30 años para obtener las tierras heredadas por sus antecesores, que asegura había ocupado el terrateniente Ángel Andújar.

La victoria en la litis por los terrenos la obtuvieron hace siete años, y “desde entonces nunca aquí ha faltado comida”, asegura.

Ante la pregunta de si ha pensado emigrar a la ciudad, contestó con una canción que ha entonado muchas veces en tiempos de cosecha. “Si tienes una parcela para tu necesidad no la venda por pesitos para irte a la ciudad”, y con propiedad dijo “jamás vamos para la ciudad. Tenemos precariedades, pero tenemos que luchar aquí”.

En la actualidad, en la provincia Monte Plata se lleva a cabo un proyecto de cacao auspiciado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y apoyado por el Gobierno.

Esta iniciativa está beneficiando a unas 163 campesinas.

Lucrecia Jorge, técnica del proyecto de cacao y miembro de Femucamp, cuanta que por el momento 69 mujeres iniciaron el proceso de siembra.

Sin embargo, explica, como productoras no han podido entrar al mercado de la Capital, ya que los requisitos exigidos no están a su alcance.

Símbolo de lucha campesina

Cuando se habla de defensa de los derechos del campesino en República Dominicana es obligatorio mencionar a Florinda Soriano Muñoz, popularmente como Mamá Tingó, quien fue asesinada en 1974 luchando contra el despojo de tierras a los campesinos de Hato Viejo, en el municipio de Yamasá, Monte Plata.

Con Mamá Tingó como ejemplo, y con el propósito de alcanzar mejores oportunidades y superar la marcada desigualdad de género, la tenencia de tierra, entre otras conquistas, surgen los movimientos campesinos. Uno de los que más ha incidido en el país es la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas (Conamuca), fundada el 1 de noviembre de 1986.

Retos de la mujer del campo

Juana Mercedes, coordinadora general y fundadora de Conamuca habla sobre los desafios que enfrentan las campesinas de siglo XXI en los campos del país.

Conamuca agrupa a nivel nacional más de 10 mil mujeres en 15 federaciones en igual número de municipios, distribuidas en 245 asociaciones.

“A pesar de muchas mejoras logradas, todavía tenemos retos por delante. Si como mujeres no luchamos para defender nuestros derechos, nadie lo hará por nosotras, porque la sociedad ha sido muy mezquina con el trabajo que hacemos”, afirma. La lucha por la tenencia de la tierra ha sido uno de los fuertes de esta confederación, indica. “Nosotros entendemos que la lucha por la tierra no ha pasado. La tierra no es de los campesinos que han trabajado. Hace falta una política pública en este sentido”, asegura. Es por ello que considera necesario la aprobación de un proyecto de ley de reforma agraria que sometieron junto a la Articulación Nacional Campesina ante la Cámara de Diputados.

“Aquí hay muchas tareas de tierra que deberían estar en manos de los campesinos. La tenencia de las tierras es uno de los problemas que más tienen los campesinos”, reitera. Indica que la esencia de las organizaciones campesinas radica en educar, formar, capacitar y exigir el derecho que les corresponden como ser humano, como mujer y como entes que aportan al desarrollo del país.

Entre los logros alcanzados menciona la creación de una escuela de formación y capacitación en la comunidad Dios Dirá, San Cristóbal, donde se enseñan temas sobre economía, protección medioambiental, participación en la toma de decisiones y la influencia en los espacios políticos y sociales.

A propósito de la celebración del Día Internacional de la Mujer, que se celebra este 8 de marzo, abogó por la implementación de políticas públicas a favor de las féminas y por las mejoras de las condiciones en los campos.

“Muchas personas se van del campo porque no se les permite desarrollarse. En tiempo de agua las mujeres no pueden ir donde están los conucos por el mal estado de los caminos. Es que el campesino es la parte de que menos se valora a nivel de las políticas públicas en el país”, sostiene.

Participación baja en la producción 

A pesar de las modificaciones hechas en 1997 a la Ley de Reforma Agraria dominicana que eliminó las restricciones de las mujeres para acceder a la tierra, todavía existen condicionamientos en el ámbito económico y social que les impiden disfrutar de sus derechos. El artículo 13  de esta ley establece que las tierras propiedad del Estado deberán ser utilizadas en la forma y manera que más beneficie a las masas trabajadoras rurales, los pequeños agricultores, de ambos sexos, y la nación en general.

El VIII Censo Nacional Agropecuario 2015, (precenso) presentado el año pasado por la Oficina Nacional de Estadística (ONE) revela que a nivel nacional la composición porcentual de las personas productoras es de la siguiente manera: el 83.7% corresponde a hombres y el restante 16.3% a mujeres. Indica que en todas las regiones de planificación, el 72% de las unidades productivas del país cuentan con un productor hombre.

La Región Cibao Sur presenta el mayor porcentaje de productores hombres, con un 90.7%; le sigue la Región Valdesia, que concentra un 87.5% de hombres entre los productores agropecuarios. Mientras la mayor concentración de productoras agropecuarias se encuentra en la Región Yuma, con 27.2%; sigue la Región Higuamo con un 25.3%.

Los lugares que registran menor porcentaje de mujeres productoras son las regiones Cibao Sur y Valdesia, con 9.3% y 12.5%, respectivamente. A nivel de provincias, las mujeres productoras presentan el mayor porcentaje en San Pedro de Macorís, con un 31%, siguen las provincias de El Seibo y La Altagracia, con un 28.1% y un 27.7%, respectivamente. En las demás provincias, la participación porcentual de las mujeres no supera el 25%.

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