El padre “Gery”, un ser especial

Más que una vocación de servicio espiritual, la labor sacerdotal es sinónimo de entrega y amor incondicional por el prójimo, razón de ser de un trabajo que además conlleva mucho esfuerzo y sacrificio.

Más que una vocación de servicio espiritual, la labor sacerdotal es sinónimo de entrega y amor incondicional por el prójimo, razón de ser de un trabajo que además conlleva mucho esfuerzo y sacrificio.Por esta razón, a través de la historia, la Iglesia católica ha mantenido siempre altos niveles de respeto y valoración, con dignos representantes dispuestos a dar sin reservas ese amor inconmensurable que caracteriza la hermosa misión de predicar y practicar la palabra de Dios.

Quizás por esto, cuando el pasado lunes despedimos al reverendo padre Geraldo Ramírez Paniagua de la Parroquia Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, sentimos esa sensación especial que inspira precisamente mi reflexión.

El padre Gery, como cariñosamente preferimos llamarle, fue transferido a la Parroquia San José de Calazans, donde iniciará un nuevo ciclo, luego de una maravillosa etapa de 15 años en la Parroquia Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. Bien lo dijo el poeta: “todo pasa, todo queda, pero lo nuestro es pasar”. Nunca mejor aplicado que para la vida de un sacerdote.

Durante este tiempo, nuestra parroquia experimentó una total transformación, porque tuvimos la dicha de tener a un sacerdote amigo que nos hizo vivir y sentir momentos muy significativos. Su gran carisma como celebrante y conductor de las actividades eclesiásticas, dentro y fuera de la parroquia, le generó un gran respeto y cariño entre todos sus feligreses.

Extrañamos ya sus misas alegres, con cánticos e incluso bailes, que simbolizaban el gozo que experimentaba como portador de las enseñanzas divinas que acogíamos en un ambiente de familiaridad y hermandad.

Con un estilo franco y directo, sin perder nunca la solemnidad, la alegría siempre desbordaba nuestra iglesia, con sus ocurrencias y particular manera de oficiar los actos litúrgicos. Ha sido una verdadera inspiración para todos.

De nuestra parroquia se nos fue un amigo, pero nos deja el recuerdo de un hijo de Dios enteramente comprometido e identificado con la comunidad. La mejor forma de agradecer por tantos momentos felices e importantes a este sacerdote es conservando sus enseñanzas prácticas, dedicación y extraordinarias lecciones de fe.

Porque el padre Gery es eso, un auténtico y genuino ministro de Cristo, al servicio de Su palabra y Su Iglesia. Razones más que suficientes para organizarle un acto de despedida que contó con la presencia de la primera dama de la República, doña Cándida Montilla de Medina, quien también quiso testimoniarle, con hermosas y emotivas palabras, su cariño y agradecimiento.

Fue un inmenso placer tenerlo, querido padre Gery. Se lleva un buen trozo de nuestro corazón. Ahora le toca a usted aplicarse lo que tantas veces nos repitió: “estar donde tenemos que estar, haciendo lo que tenemos que hacer, sin importar lo que digan los demás”.

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