Esta comunidad de Haina fue considerada como uno de los diez lugares más contaminados del mundo

Hace 27 años la comunidad Paraíso de Dios de Haina, San Cristóbal, era considerada una de las diez zonas urbanas más contaminadas del mundo, por la alta emisión de plomo que provocó por dos décadas una planta que reciclaba baterías llamada Metaloxa.

Pero ya han pasado cuatro años desde que esa comunidad sureña salió de esa lista, gracias a que el expresidente Leonel Fernández en conjunto con el entonces ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Max Puig, respondieron a una solicitud de construir un parque donde funcionaba la planta y eliminar el foco de contaminación que causó cientos de muertes.

Naturalmente, en estos tiempos la realidad es muy distinta. La gente disfruta de un mejor espacio y de la tranquilidad de recibir aire libre de contaminantes en un área verde que sepulta 600 metros cúbicos de desechos tóxicos.

Todas las mañanas, doña Norma Tejada se traslada hacia Paraíso de Dios para barrer los alrededores del espacio de esparcimiento. Mientras que Andrés Montero procura que la hierba que brote allí se mantenga a una altura razonable y permanezca bien cuidada. Ambos son trabajadores del Ministerio de Recursos Naturales, que pasadas las seis de la mañana están listos para comenzar su jornada laboral en el parque, donde decenas de personas, sobre todo niños, van a disfrutar del frescor.

“Tenemos mucho aquí. Estamos contentos porque estamos aportando al cuidado ambiental de la comunidad. Aunque mucha gente quizá ni lo valore, sabemos que damos de nosotros un gran aporte”, comenta Tejada.

Recuerda que antes de que cerrara Metaloxa, ella no pasaba con tanta frecuencia por ahí, sin embargo, asegura que sí veía cómo le afectaba a la gente de los alrededores.

“Visitaba pocas veces esta parte, pero cuando venía me causaba mucha pena, porque los niños estaban siempre con alergias, con problemas de salud muy fuertes. Se notaban los árboles secos o como con cenizas, veíamos animales muertos en la calle casi todas las semanas”, dice.

Según cuenta el presidente de la junta de vecinos de Paraíso de Dios, Fausto de León Castillo, cuesta creer que aquí había tanta contaminación, “porque hoy, sí entre varias carencias, la gente vive más tranquila y sana aquí”.

De León Castillo comenta que todas las mañanas y al atardecer decenas de personas visitan el lugar para ejercitarse, aprovechando el amplio espacio para circular sin problemas.

Otros, cuenta, vienen a pasarse un rato bajo la sombra de los árboles que hay alrededor, o, en el caso de los niños, a jugar por horas con sus chichiguas.

“Nos quedamos toda la tarde aquí con los muchachos. Ya no tenemos miedo porque sabemos que lo que nos enfermaba ya lo han eliminado y eso nos tranquiliza mucho. Antes no se podía ni abrir la puerta de la casa, porque el humo entraba y comenzaba a darnos picazón, dolor de cabeza y mareos. Pero ya podemos dejar salir a los niños, y no se enferman”, afirma Iris Arias, madre de tres pequeños que juegan constantemente en el parque.

Todavía hay secuelas

Aunque las enfermeras y doctoras que trabajan en la Unidad de Atención Primaria (UNAP) de Paraíso de Dios aseguran que después del 2005 no han registrado casos relacionados con contaminación por plomo en la sangre, todavía hay habitantes de la comunidad que sufren las secuelas de la intoxicación de años anteriores.

En el año 2000 salió a la luz un alarmante caso que produjo que las mismas autoridades que determinaron que Paraíso de Dios era uno de los lugares más contaminados del mundo en 1990, el Ministerio de Medio Ambiente, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Terra Graphics y el Instituto Blacksmith, volvieran a dar la voz de alerta de que se debía tomar carta en el asunto, porque los efectos del plomo podrían durar hasta 40 años en esta comunidad provocando enfermedades.

El caso fue de 140 niños que simultáneamente habían sido diagnosticados con altos niveles de plomo en la sangre, de los cuales solo 37 sobrevivieron. Uno de ellos es Joan Luciano, que hoy tiene 20 años, y que debido a esta sustancia tóxica en su sangre sufre, hasta ahora, episodios de epilepsia. Según comenta Yanela, este trastorno neurológico que sufre su hermano le produjo mucha intranquilidad, pero ya está mejor.

Envían medicamentos para la prevención

De acuerdo con Fausto de León, la Fundación Niños Libres de Plomo de los Estados Unidos y el Blacksmith Institute donan, cada mes, medicamentos como medida de prevención a todos los habitantes de esa comunidad. “Por lo general son pastillas enriquecidas con calcio, hierro y ácido fólico, que nos envían desde el exterior para que la gente de aquí pueda tener mejor salud, y sirven además para reducir el plomo en la sangre”, agrega. Según la Organización Mundial de la Salud, las personas pueden verse expuestas al plomo en su puesto de trabajo o en su entorno, principalmente por inhalación de partículas de plomo generadas por la combustión de materiales que contienen este metal y por la ingestión de polvo, agua o alimentos contaminados.

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