Necesitamos cierta inflamación en nuestro cuerpo pues es una respuesta de inmunidad y alivio. Pero si esa respuesta se sale de control y los niveles de inflamación son elevados amén de persistentes, el daño no se hará esperar.

La inflamación está vinculada a la enfermedad crónica en un amplio rango, incluyendo cáncer, cardiopatía, diabetes, enfermedad del tejido conectivo, lupus, enfermedad intestinal inflamatoria, artritis reumatoidea, fiebre reumática, tuberculosis, enfermedad de Alzheimer, entre otras.

¿Sabías que la inflamación puede ser la causa detrás del acné, Síndrome Pre Menstrual (irritación, calambres, dolor de espalda, dolor de vientre, antojos, hinchazón y dolor de los senos), constipación, dientes sensibles, depresión, sobrepeso?

Este último efecto se explica en que cuando tenemos excesivos niveles de inflamación nuestro cuerpo puede responder almacenando grasa. Si se suma estrés también, los elevados niveles de hormonas pueden alterar la manera de procesar la comida.

Particularmente padecí de inflamación crónica por muchos años por causa de intolerancias alimentarias y ahí estuvo la causa de mi anterior problema crónico de peso. Siempre tenía libras de más pese a que me ejercitaba, inclusive en exceso durante largos períodos.

La llamada Proteína C Reactiva, producida por el hígado, es el marcador de la inflamación. Cuando se eleva la inflamación se eleva esta proteína. Mediante una prueba de sangre para medir los niveles de esta molécula, se determina a nivel general si hay inflamación en el cuerpo.

Así como el estrés, la falta de ejercicio, intolerancias alimentarias y la genética pueden ser causa de la inflamación crónica, también una dieta alta en azúcares y alimentos extra procesados.

Por eso podemos combatir la inflamación fuera de control a través de la dieta diaria, básicamente prefiriendo los alimentos que nos aportan antioxidantes y fibra.

Las células están expuestas al daño de los radicales libres, cuando esto pasa el sistema “recurre” a la inflamación como una respuesta de búsqueda de alivio.

Eso es lo que normalmente sucede ante cualquier clase de daño en el cuerpo. Pero a veces esa respuesta se sale de las manos, y los niveles de inflamación permanecen altos. Los antioxidantes previenen el daño a las células por los radicales libres, lo que de primera mano evita que los niveles de inflamación suban.

Mientras más vegetales y frutas de todos los colores añadimos a nuestra alimentación, más antioxidantes – los principales antioxidantes son las vitaminas A, C y E- aportaremos a nuestro cuerpo.

Especias como la cúrcuma o turmeric, el orégano, la paprika y el romero se consideran importantes soldados contra la inflamación por sus componentes antioxidantes.

Desequilibrios entre las bacterias buenas y las malas en nuestro intestino, a favor de estas últimas, también pueden conducir a inflamación.

Componentes prebióticos (están presentes en cierta fibra alimentaria) fomenta la buena flora intestinal, es decir, las bacterias intestinales beneficiosas.

Cuando las bacterias perjudiciales superan a las buenas, el consumo de probióticos ayudará a recuperar el equilibrio, de modo que las saludables superen las dañinas y así también mantendremos a raya la inflamación.

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