Guillermo Cordero hace posible hablar de un antes y un después en la producción de espectáculos en el país. En estas páginas cuenta la historia desde el principio

Era el hermano menor que acompañaba a su hermano a los ensayos para participar en la Comparsa Bermúdez. En ese momento era muy joven para formar parte del elenco. Sin embargo, mientras los integrantes del cuerpo de baile, quizás solo se interesaban en aprender cada una de las directrices que les marcaba la maestra Josefina Miniño, Guillermo iba más allá.

Para él, ella constituyó una inspiración, no solo por la calidad con la cual ejecutaba cada movimiento, sino por su entrega, dedicación y las dotes de maestra con las cuales trataba de transmitir a aquellos jóvenes sus conocimientos y el respeto por la danza.

Al final y luego de una batalla para convencer a sus padres, fue inclui do en el grupo, donde de inmediato se destacó y no solo dejó muy calro para los demás que eso era lo que quería hacer, sino que se convenció a sí mismo de que había descuerbierto su vocación.

Unos años más tarde, se fue al extranjero a estudiar danza, pero poco a poco se fue interesando en la producción de espectáculos para teatro y televisión, una profesión que le ha hecho ganar los más altos reconocimientos y por la cual ha recibido los galardones más importantes que un artista criollo puede recibir, sin que esto le haya hecho perder su calidad humana.

Exitoso productor, director y coreógrafo considerado uno de los más importantes creadores del espectáculo dominicano. Ganador en 24 ocasiones de los Premios Casandra, en las categorías de Concierto, Espectáculo y Coreógrafo.

Recibió el Gran Soberano en 1994, Premios Jaycees como joven sobresaliente de ese mismo año y en el 2014 fue exaltado al Círculo Supremo de Plata de Premios Jaycees.

1. Tres hermanos

Nací en Santiago. Soy el segundo de tres hermanos, tengo un hermano mayor y una hermana menor. Nos llevamos muy pocos años. Mi hermano me lleva un año y medio, y yo le llevo dos años a mi hermana. Mi hermano se llama Tácito Enrique Cordero Pereyra, mi hermana se llama Carmen Rita Cordero de Castellanos y yo soy Guillermo Eduardo Cordero Pereyra. Mi papá se llamaba Guillermo Augusto Cordero Rojas y mi mamá se llamaba Carmen Irene Pereyra Peterson. Mi abuela era noruega, por eso es que yo digo que derrumbo paredes, porque tengo los cuernos de los vikingos de herencia.

2. Crianza en valores

Me crié en una familia con alto concepto de las buenas costumbres, la honestidad, la dignidad. El amor por los hijos, por los hermanos, por la familia. Mis padres eran personas muy queridas en Santiago, nosotros fuimos tres hermanitos muy queridos en nuestro entorno.

Éramos niños tranquilos, teníamos un gran patio en la casa, donde teníamos canasto de basquetbol, una rancheta con una mesa de pingpong, jugábamos voleibol y teníamos todo el equipo de pelota, nos lo mandaba la hermana de mi papá que vivía en Nueva York.

Recuerdo que todo el vecindario terminaba jugando en el patio de nuestra casa.

3. Personaje de mi vida

Físicamente, me dicen que soy igualito a mi padre. Me parezco mucho a mi papá, pero tuve mucha identificación con mi mamá y ella conmigo. Mi mamá fue el personaje de mi vida. Mi papá murió hace 15 años y mi mamá hace 12. La vida cambia cuando pierdes a tus padres. No hay forma de evitar que ese momento llegue, pero en mi caso, como no tengo hijos, los padres se convierten en un refugio muy importante. Yo no los extrañé en el día a día, porque ya yo tenía muchos años viviendo en Santo Domingo, después que me fui a estudiar a los Estados Unidos, regresé y me quedé en Santo Domingo. Es decir, que en el día a día no los extrañaba, pero sí esas llamadas de mi madre, dos y tres veces a la semana, el yo ir a Santiago y quedarme con ella. En realidad la vida no cambia, cambia tu corazón. Hay momentos en que los quisieras tener, pero cuando se entiende la muerte como un paso a una nueva vida, sabemos que hay que entenderla y aceptarla. Lo que sí agradezco es que gran parte de lo que soy me fue transmitido por ellos. Mi educación, el sentido familiar, el sentido humano, la dignidad, el respeto a la vida, a mí mismo y a los demás.

4. Estudiante

Éramos todos muy buenos estudiantes. En primaria estuve en el Instituto Iberia, a partir del tercer año, era una escuela de españoles que eran sumamente exigentes y motivadores con las tareas, con los mapas. Con las notas era una escuela muy competitiva, donde si tenías la mejor calificación estabas en el primer puesto. Si te hacían una pregunta y no te la sabías, el que la contestaba ocupaba tu puesto. Eso creó un espíritu competitivo, enfocado hacia la excelencia. Tuvimos mucho apoyo de nuestros padres con la educación y de una tía que queríamos muchísimo, que le decíamos Mamá, porque era hermana de mi papá y vivía con nosotros. Era la segunda madre. Era una mujer de un muy buen gusto y muy avanzada para su época. Ella nos transmitió muchos conocimientos. Fue la primera persona que me regaló un libro, cuando estaba yo muy jovencito, recuerdo que el libro se llama “Hombrecitos”.

5. La inspiración

Don Poppy Bermúdez, a finales de los años 60 y comienzo de los 70 patrocinaba La Comparsa Bermúdez en el Centro de Recreo de Santiago, que era el centro social de más alcurnia que había en Santiago y que reunía a todos los muchachos buenos mozos y las muchachas bonitas de allá. Para esta actividad, llevaban a Josefina Miniño, dos meses a Santiago, la hospedaban en un hotel y ella montaba las coreografías, todo con un gusto exquisito. Ahí comencé a ver las cosas bien hechas. Se iban a Estados Unidos y de allá traían las plumas, las telas, los zapatos, todo. Llegó el momento en que llamaron a mi hermano, una tía y esposa de un primo hermano de mi papá, eran quienes le organizaban esa actividad a don Poppy, entonces, ellas llamaron a mi hermano, como éramos casi del mismo tamaño, yo lo acompañaba y cada vez que faltaba uno, Josefina Miniño, me decía: “Ponte ahí”, y yo me fui aprendiendo el baile completo. Resulta que había un participante que se lastimó la rodilla y no podía bailar. Entonces mi tía llamó a mi mamá, yo tenía 14 años, mi mamá no quería, hasta que mi tía la convenció. Ahí me di cuenta que esa era mi vocación. A partir de ahí no había música que yo no escuchara y no le montara una coreografía. Ver a Josefina Miniño, que es una maestra en los desplazamientos escénicos, me cambió la vida. Al año siguiente, volví a bailar, bailé otra vez, y al siguiente año, don Poppy la dejó de hacer, entonces, yo comencé a hacerla con mis compañeros y el grupo.

6. Caribe, Caribe, Caribe…

Me llamaron del Centro Español, para realizar una gran producción llamada Caribe, Caribe, Caribe, con música de Jorge Taveras, que la llegamos a presentar en el concurso de belleza que ganó Milagros Germán, desde esa época ella y yo somos amigos. Don Poppy vio el talento con el que yo había nacido y dijo que quería becarme para que yo me fuera a estudiar a Nueva York. Ese fue un proceso largo, hasta que mi familia se convenció y dijo que sí. Me fui becado por don Poppy y mi familia pagaba mi manutención. Lo mejor de ese tiempo fue estar en Alvin Ailey American Dance School. Lo que vi allá fue maravilloso. Viví en Nueva York una época muy intensa. Me pasaba el día estudiando y regresaba a mi casa en la noche.

7.Romper esquemas

A los 21 años, después de intentar estudiar Economía, Computación, después de intentar estudiar muchísimas cosas para cumplir el rol para el cual fui criado, me fui a estudiar lo que en verdad quería. En ese momento, de la familia que yo vengo, no era normal que un muchacho que nunca tuvo formación artística tuviera la vocación de irse a estudiar coreografía, que fue lo que me fui a estudiar. Después lo complementé con producción de espectáculo para teatro y televisión. Entonces hice esa simbiosis entre coreógrafo, productor y director de espectáculos para televisión, que es lo que ha dado frutos en la trayectoria de Guillermo Cordero. A esta carrera le agradezco el haberme dejado ser, el haberme permitido poner en práctica el don de la creatividad, el haberme puesto a prueba tantas veces con tantos diferentes artistas.

8. El retorno

Regresé al país porque quería venir a cumplir los presagios que habían hecho muchos periodistas dominicanos, que cuando veían que yo traía esas comparsas de Santiago decían: “Señores, hay que ponerle el ojo a ese muchacho”. Regresé al país en busca de hacer una carrera aquí y lo logré. Cuando regresé al país había un camino, una carretera de una vía en el mundo del espectáculo, y a mí me tocó hacer una autopista de cuatro vías. Cuando llegué hice los dos últimos premios El Dorado, que los patrocinaba Bermúdez y que eran premios de gran prestigio, y de repente me llama Cecilia García que se había enterado que yo estaba aquí y me dijo que ella iba a sacar un programa por Rahintel. Yo soy quien le pone el nombre de “Cecilia en Facetas”, pasé un año haciendo ese programa.

Disfruto mucho verla, porque soy el responsable de ella en el ruedo teatral dominicano, cuando la convencí a ella y a Freddy Beras en el año 2005, para hacer el musical “Víctor Victoria”. Ellos tenían 30 años que no se encontraban. Al año siguiente hicimos “El beso de la mujer araña”. A partir de ahí, Cecilia nos regala una gran producción teatral cada uno o dos años.

9. Gran soberano

Me gané El Gran Soberano a la edad de 29 años. En ese entonces se premiaba la vigencia durante el año de un artista, porque el mundo del espectáculo estaba muy activo y hasta ese momento se premiaba la labor del artista más destacado de ese año. Ese fue el primer año que hice el premio de Acroarte. Eso fue en 1994, fue una gran satisfacción que me llamaran Acroarte y la Cervecería Nacional para hacer el premio. Yo había tenido un año espectacular. En ese momento se premiaba la labor artística más importante del año y yo tenía dos años haciendo cosas importantes. Comenzó un “runrún” en los periódicos sobre ¿quién sería el ganador del Soberano, si sería Michael Camilo, Juan Luis Guerra o Guillermo Cordero? Ya ellos dos se lo habían ganado y pensé: “cuidado si soy yo”. Me olvidé de eso y comencé a trabajar. Recuerdo que llegué al Teatro Nacional a las cinco de la tarde y una persona de Acroarte que me quiere mucho, me saludó y me dijo: “Nada, eche pa´lante Soberano”. Yo no lo entendí y seguí. Arrancó el premio esa noche, con Concierto, Espectáculo y Coreógrafo Popular. Entonces ya al final, recuerdo como ahora, los conductores eran Charityn, Freddy Beras y Yaqui Núñez. Freddy es el que dice: “…Y el Soberano es…”, y le pasa el sobre a Rafael Menicucci, que es quien lo abre y dice mi nombre. He tenido el privilegio de ser el único productor y director de espectáculos que se ha ganado el premio. A partir de ahí mi carrera tuvo un repunte mediático muy importante.

10. Exigente

Me exijo y exijo mucho a quienes trabajan conmigo. Siempre digo que mi mejor espectáculo es el próximo. Nunca olvidaré mi primera clase de dirección escénica en Nueva York; el profesor entró a la clase con una varita de las que usan los magos, el libro de texto de la asignatura y una estatuilla de los Premios Tony, que se otorga a las producciones teatrales de Broadway, y dijo: “Ustedes ven este libro, se lo pueden saber de memoria”. Lo tiró en el zafacón y dijo: “Si no se trabaja hasta que duela, lo que dice ahí de nada les vale”. Tomó la varita mágica y la partió, diciendo: “No hay una varita mágica. Cada espectáculo es una primera vez”. Tomó el premio Tony y dijo: “Esto no se regala. Si usted no trabaja hasta que duela, nunca lo va a tener”, y lo tiró a la basura. A mí eso no se me olvida.

Una carrera de grandes logros

“Mi momento más feliz es el presente. No puedo vivir con un pie en el pasado, otro en el futuro y desperdiciar el día de hoy. El cuento que yo mismo me hice de que el oxígeno de mi vida era mi carrera, no lo volvería a vivir, porque eso no es cierto. El artista que considera que sin su carrera no puede vivir está en un tremendo error. Eso lo aprendí hace pocos años. Hoy día entiendo que la vida de un artista tiene que ser un balance entre la vida personal y la laboral. Me concentré tanto en mi carrera que me olvidé de vivir. Me siento completamente valorado. Es más, ahora la nueva generación me dice maestro. Ese es un premio. A lo largo de mi vida un consejo valioso que me ha servido todo la vida es “Nunca te mires en el espejo de otro”. “Acepta tus fortalezas y hazte consciente de tus limitaciones y trabájalas”.

Entre mis trabajos como productor artístico y director de espectáculos figuran: “El último instante”, “Ángela Carrasco, 35 Aniversario”, “Aniversario de Fundación Fénix”, “Mejor que nunca Niní Cáffaro, 50 Aniversario”, “El violinista en el tejado” y “El beso de la mujer araña”. Como productor artístico y coreógrafo he estado a cargo de seis Premios Casandra. “Mujeres”, “Concierto de Navidad”, “La música se pinta de solidaridad y esperanza”, para el Despacho de la Primera Dama. También para el quinto, sexto y octavo aniversario de Orange. “Víctor Victoria”, el musical, “Gala Que viva el merengue”, “Espectáculo Miss República Dominicana”, “Apertura de los XIV Juegos Panamericanos, Santo Domingo, 2003”. “Premios Casandra”, 2006, 2000, 1999, 1998, 1996, 1995 y 1994.

“Soy, Johnny Ventura”, Teatro Nacional, 2000, “Milly vive”, en 1998, Teatro Nacional, “Milly por siempre”, Teatro La Fiesta Hotel Jaragua, “Fiesta Caliente”, Los Ilegales, Altos de Chavón, “Celebrar es compartir”, Ángela Carrasco, “50 Aniversario del Banco Central”, Teatro Nacional, “Canto a la vida”, Charytin Goico, “20 Aniversario del Teatro Nacional”, “Dominicana”, Ángela Carrasco, “Isha te abraza”, en el Estadio Olímpico, “Somos un pueblo que canta”, Teatro La Fiesta Hotel Jaragua, “Caribe Caribe”, Teatro Nacional, “El Cocotazo”, Pochy Familia, en el Estadio Olímpico, “Sergio”, Sergio Vargas, Teatro La Fiesta Hotel Jaragua, “XV Juegos Centroamericanos y del Caribe, Santiago, 1986”, “Cecilia en Facetas”, programa de televisión, 1985.

Presentamos “Mujeres”, para el Despacho de Primera Dama, en United Palace, Nueva York; “Milly Quezada” en el auditorio de Bellas Artes de Puerto Rico y Beacon Theatre, Nueva York 1997, a Pochy Familia en el Madison Square Garden, N. Y. y en el Premio Lo Nuestro, 1993, Sonia Silvestre en la Exposición Internacional de Sevilla, 1992, Premios Estrella, United Palace, Nueva York, 1991, Sergio Vargas en el Lehman College y Madison Square Garden, NY 1990.

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