Va rápido enero, estamos finalizando su primera quincena. Ese ritmo intenso ya del año da la impresión de que hay que intensificar los esfuerzos para alcanzar las metas, a nivel personal y como país. Punto básico en la cuestión es la capacidad de tomar decisiones. Como nación es uno de nuestras mayores debilidades. Debatimos, opinamos, proponemos, pero los llamados a decidir evaden la responsabilidad. Esa inercia agrava los problemas y obstaculiza el avance. Individualmente no tenemos control sobre eso pero sí sobre nuestra actitud personal hacia la toma de decisiones. Premisa esencial: la peor decisión es la indecisión. Hagamos nuestra elección aun a riesgo de equivocarnos. La decisión, aunque errónea, aporta experiencia. La indecisión sólo paralización, angustia y pérdida de tiempo.

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