En la Iglesia Católica dominicana hay muchísimos curas a quienes, igual que a Cristo, les duele la pobreza, la injusticia, el irrespeto a los derechos humanos y la hipocresía de los líderes (incluyendo sus propios jerarcas). Abundan, pues, los curas que tienen conciencia de estas realidades opresivas, pero que viven en silencio, rumiando amargura, por simple cobardía. La excepción es Rogelio Cruz, un cura en mangas cortas y sin sotana que nunca se ha callado. (Sospecho que este cura tan terco y apasionado no tiene cura, y que no lo callarán ni con represiones arzobispales ni con anónimos chantajes).

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