A propósito del incendio en el vertedero de Duquesa que ha afectado la vida de los capitaleños estos últimos días como consecuencia de una terrible humareda perjudicial para la salud en grandes proporciones, es necesario retomar el tema de los vertederos a cielo abierto frente a los nuevos y más adecuados métodos de tratamiento de la basura.

La mayoría de los países están avanzando hacia mecanismos modernos como reutilización, uso energético, uso como abono y otros beneficios que pueden obtenerse de una gestión adecuada. En Holanda, por ejemplo, aplican economía circular en su política de manejo de residuos. Los desechos se procesan y se convierten en energía o se reciclan y se utilizan para materiales de construcción. Así en ciudades como Amsterdam se ha reducido el CO2 y se recupera la materia prima, por lo que allí, lo que para muchos es simplemente basura, para los ciudadanos es electricidad y calor.

En Noruega y Suecia hay escasez de basura y tienen que importar desechos para producir energía y calefacción mediante un proceso llamado Waste to energy (WTE). Esta tecnología, acompañada de inteligentes políticas de reciclaje, permite a estos países que un 1% de sus residuos terminen en un relleno sanitario.

El país Vasco también posee un eficiente sistema luego de que sus autoridades se propusieron no tener más vertederos. Utilizan el compostaje para transformar materia orgánica en fertilizante, entre otras cosas.

Partiendo de las cifras dadas por el Banco Mundial sobre el volumen de basura, un promedio de 1,300 millones de toneladas al año, algunos países de América Latina están prestando más atención como Chile, donde se creó un proyecto de fomento al reciclaje para apuntar a una política de “basura cero”.

Incluso en naciones menos desarrolladas se ha iniciado la erradicación de vertederos para dar paso a soluciones más adecuadas económica y ambientalmente como los rellenos sanitarios de tercera generación.

Hasta en La Chureca de Managua, Nicaragua, uno de los vertederos a cielo abierto más deprimentes de la región, se pasó de la inmundicia a la modernidad con la construcción de una planta que recicla mil toneladas diarias de basura.

En República Dominicana opera un modelo de gestión tradicional que sólo contempla recolección, transporte y disposición final. Esto es anticuado, costoso, tiene riesgos como la posibilidad de frecuentes incendios, afecta el medioambiente y no permite oportunidades de generar provecho de la basura que explotan en muchos otros lugares.

Y mientras el mundo se sube en la autopista de la modernidad aquí nos estancamos y hasta nos dejamos chantajear por empresas que lo único que hacen es mover basura de un sitio a otro y apilarla y cuando hay problemas miran hacia otro lado. Es urgente avanzar.

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