Ayer, 30 de mayo, se celebró el Día Mundial de la Donación de Órganos.

En República Dominicana tenemos desde 1998 la Ley no. 329 de trasplante y donación de órganos. Sin embargo, la misma establece que para ser donante hay que manifestarlo expresamente, lo que evidentemente limita la donación en un país donde no hay promoción y cultura arraigada para ello ni suficiente información sobre cómo donar.

Se realizan trasplantes en los que el donante está vivo, pero la mayoría son donaciones cadavéricas. De las personas que mueren en una clínica u hospital, un porcentaje poco significativo está en verdad físicamente apto para donar ya que una persona que muere puede ser donante si ha tenido una muerte cerebral, si no tiene infecciones ni enfermedades y si cuenta con órganos sanos, y del total de muertes en el país el porcentaje de casos en los que se cumplen todos estos requisitos es menor al 5%.

Si a eso le agregamos la necesidad de que al médico se le indique rápido si hay autorización manifiesta para donar los órganos, resulta lógica la cifra tan baja de donantes en República Dominicana y la cantidad de personas que mueren en espera de trasplantes.

Esto así, porque los órganos deben usarse en un periodo crítico de horas para aumentar las probabilidades de que ejecuten una buena función y a la larga tengan durabilidad. Incluso hay órganos como el corazón que deben colocarse casi de forma inmediata porque su preservación es más difícil y costosa.

Como esta situación era común en otros países del mundo, lugares como Uruguay y Venezuela decidieron tomar cartas en el asunto para evitar muertes innecesarias de personas que se hubiesen salvado si hubieran recibido un órgano a tiempo y modificaron sus leyes de donación de órganos para crear la figura del “donante presunto” y/o la “donación universal”. Esto lo que contempla es la presunción de que todos los mayores de edad son donantes a menos que en vida hayan expresado formalmente lo contrario, algo que sin dudas aumentará la cifra de donación cadavérica en esos países, en beneficio de muchos
enfermos.

Esta idea debería ser analizada por el legislador dominicano como una opción ante un tema del que se habla poco pero que es de vital importancia porque puede salvar vidas. No es una propuesta controversial, no es conflictiva y sin embargo su aplicación podría ser casi milagrosa, pues es otra forma de dar vida.

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