Si comiéramos solamente por hambre como en eras anteriores, seguramente no tendríamos la presente epidemia global de sobrepeso y obesidad.

Pero comemos también bajo la influencia de emociones: enojo, aburrimiento, estrés, frustración, esparcimiento. Los doctores estadounidenses Mehmet Oz y Michael Roizen aportan interesantes revelaciones sobre qué determina esto.

Las emociones desatan ansias de comida y no precisamente saludable, sino alimentos harinosos, dulces, salados o grasientos.

Esto se explica en la actividad de químicos cerebrales, los cuales influyen determinantemente en por qué comemos determinados alimentos y las cantidades.

Entre ellos, la serotonina. Este neurotransmisor manda al cerebro el mensaje de que nos sentimos bien. El azúcar particularmente estimula la producción de serotonina. Por eso esa grata sensación que sigue al consumo de postres.

Cuando la serotonina es descompuesta por las células cerebrales, termina su buen efecto y para retomarlo, el cerebro demandará más de ese apetitoso “dulcito” u otra delicia azucarada.

La caída de la serotonina también desata una sensación intensa de hambre, que nos induce a querer comer carbohidratos.

Otros químicos cerebrales como la norepinefrina, dopamina y el óxido nítrico, también interactúan en el tema de comida y emociones.

Si estamos en un régimen de control o pérdida de peso es importante tener la conciencia de cómo las emociones dictan nuestras elecciones alimentarias, para evitar ver boicoteados nuestros objetivos.

Si nos sentimos deprimidos, muy probablemente ansiaremos comidas dulces, igualmente si estamos ansiosos. Si nos sentimos estresados, comidas saladas. Si hay celos, todo alimento a diestra y siniestra.

En caso de enojo buscaremos comidas fuertes como carne, alimentos crujientes y tostados. Si tenemos sentimientos de soledad o frustración sexual, ansiaremos comidas como galletas y pasta.

Buscando conocernos mejor a nosotros mismos, determinar qué pasa en nuestro interior, podremos identificar la motivación detrás de un patrón de alimentación descontrolado.

Es una paradoja común que la misma inconformidad con nuestra imagen o la frustración por no vencer la gordura nos ocasiona emociones negativas, disgusto, baja autoestima, las que nos llevan inconscientemente a boicotear nuestros objetivos de alimentación adecuada.

La consciencia es el primer paso para la solución. La sanación del alma se vuelve obligatoria si queremos comer adecuadamente y de manera sostenible.

Hay recomendaciones dietéticas, como consumir alimentos con el aminoácido triptófano, entre otras, para incrementar los niveles de serotonina y mejorar el ánimo sin recurrir a harinas o azúcar.

Existen fármacos indicados para ciertos casos. La verdadera solución vendrá de cultivar la fuerza de voluntad y nuestro ser interior, definiendo el propósito existencial que quizá nos falta, de modo que no haya que compensar vacíos a través de la comida.

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