Después del derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1989 la izquierda de América Latina comenzó a buscar nuevos horizontes y surgieron movimientos y liderazgos que concretizaron en forma de gobierno.

Un despertar con liderazgos triunfantes en Brasil, Venezuela, El Salvador, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Uruguay, algunos muy singulares como Hugo Chávez, Rafael Correa o José –Pepe- Mujica. Son historias recientes que no requieren ser contadas. En cada caso surgieron procesos de búsquedas de nuevos modelos de gobernanzas, pero contadas excepciones, como la de Mujica en Uruguay, asistimos a finales frustratorios.

Nada que decir sobre Venezuela o Nicaragua; las amenazas latentes en Bolivia o los graves cargos contra administraciones liberales en El Salvador o Ecuador. En pocas palabras, las nuevas vías han devenido en derrotas que habrán de computarse a las izquierdas o a sus diferentes expresiones en la región.

A veces se han combinado una desastrosa administración, deterioro de los servicios y escaseces sazonados con escándalos de corrupción, lo que ha provocado descontentos en la población, al extremo de que se ha llegado al borde de una guerra civil: Venezuela, por ejemplo.

La República Dominicana ha visto todo esto, con una administración peledeísta que ha sabido coquetear con esas experiencias progres. No ha terminado etiquetada como “progresista”, y chapotea en el mar de todos: la corrupción que siguió un hilo conductor en amplios territorios del continente.

Para su fortuna, ha sabido llevar un adecuado desempeño económico, lidia para hacer manejable, con muchísimas dificultades, la seguridad pública, sin que la oposición logre acumular fuerza que la habiliten para presionar, o al menos ejercer contrapeso.

Esa situación le ha permitido mantener una conducta nada condescendiente con sus adversarios. Ante cualquier reclamo de equilibrio en la competencia, como una ley electoral, se manifiesta con una resistencia que sólo se explica en un control absoluto de los poderes.

De hecho, las mayores resistencias se producen en el seno del partido gobernante, marcado actualmente por una tirantez entre tendencias rivales.

En fin, que los gobernantes dominicanos capean un temporal sin darse por enterados. La sociedad solo observa…

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