Durante 93 años tú has sido Rafael Enrique Landestoy Duluc. Tu padre, médico, te llamaba Bullumba, Bullumbita, y con ese signo de identidad caminaste por la vida. Fuiste el más importante, sin duda, acaso el más trascendente de los compositores dominicanos del siglo XX. Tu música recorrió el universo. Tocabas el piano. Escribías boleros y canciones rítmicas. Creaste luego obras de formalidad mayor: música de gran lirismo para piano e instrumentos de cuerda. Es una lástima que dos terceras partes de tu vida transcurrieran lejos de esta tierra.

Yo fui un luchador increíble, la gente no se imagina lo que sufrí, porque el viejo me lo dijo desde el principio: “No te voy a comprar piano, porque yo no quiero que mi hijo salga un borrachón, como todos los músicos”. En esa época los músicos tomaban mucho. Y no me lo compró; tuve que estudiar piano escondido. Los principios de mi aprendizaje fueron heroicos.
¿Sabes lo que hice? Hablé con mister Edward Fender, que era el director del Conservatorio (un alemán que Trujillo trajo al país), para pedirle permiso y después que se acabaran las clases ir a estudiar. Y eso para mí era un sacrificio inmenso.

En tus boleros surgió una originalísima forma de estructurar la melodía, con aliteraciones y pertinacias que, al cabo, fluían sobre progresiones armónicas de gran extrañeza y donaire. Los canjes melódicos y estructurales de tu canción ‘Carita de ángel’ constituyeron, a mi juicio, unas de las primeras y más valiosas innovaciones técnicas que registró el bolero dominicano tradicional.

Los amigos me decían: “Bullumba, tantos boleros de amor que tú escribes y no te conocemos ni una novia”. ¡Oye eso! Yo no quería complicarme la vida porque pensaba irme al extranjero. Pensaba que, si me metía en amores, me podría casar y mi viaje al extranjero se iba a frustrar […] Sufría, porque había muchachas muy bonitas por ahí que me inspiraban canciones, pero me aguanté y al fin se me dio bien. Me fui a México.

Todo el mundo interpretó tu música. El bolero ‘Pesar’ lo grabaron Daniel Santos, Toña la Negra, Panchito Riset, Alcibíades Sánchez con la orquesta Billo’s Caracas Boys, el Trío Janitzio, Alberto Beltrán, Miltinho (“El dolor que has dejado en mi vida /con tu indiferencia, /no lo puedo arrancar ni un momento de mí. /Y tan sólo este inmenso pesar /que tortura mi alma /se ha quedado en mi vida /después de negarme tu amor”). El gran Fernando Fernández, con la orquesta de Chucho Zarzosa, te cantó “Carita de ángel” y “Mi dulce querer”. Su esposa, la notable Lupita Palomera, grabó tu bolero ‘Sin necesidad’. Toña la Negra y Milagros Lanty llevaron al disco ‘Yo soy mulata”, y en la voz del gran tenor mexicano Juan Arvizu se escuchaba tu bolero ‘Incomprensión’.

La cuestión de la composición era espontánea y misteriosa. Te voy a contar lo que pasó con ‘El Vals de Santo Domingo’. Yo vivía entonces en un Monasterio en Puerto Rico. En esa época intenté hacerme monje, pero me lo impidió la rigurosa disciplina que exigían esos votos. No obstante, me gustó el ambiente monacal dentro del cual había una escuela. Entonces le dije al superior jerárquico, el Padre Owen: “Padre, me gustaría quedarme un tiempo aquí con ustedes. ¿Por qué no me dan un trabajito de maestro de piano para los muchachos? El Padre Owen aceptó mi propuesta, y en ese claustro viví durante siete años. Yo me siento una tarde en un piano que habíamos comprado (lo tenían fuera del Monasterio, aparte, donde yo daba las clases). Y me ocurrió un fenómeno, dos fenómenos: el primero fue que puse los dedos en el tono de Fa sostenido mayor, que tú sabes que los pianistas no tocamos en ese tono porque es muy difícil. Puse mi mano… y entonces salió, como si me lo dijeran, ‘El Vals de Santo Domingo’, sin yo hacer ni un solo esfuerzo […] ¡Esa obra a mí me la dictaron..!

En pocas palabras, Bullumba, te alejaste del ‘mundanal ruido’ para descubrir el espíritu mismo de la música. Al abandonar las incidencias terrenales, fue tuyo un dominio artístico grandioso que te permitió escribir, por ejemplo, la canción llamada ‘Romántica’. En esta obra, una de tus realizaciones pianísticas más admirables, se advierten reminiscencias de Rachmaninoff y del Romanticismo ruso. Esas soluciones abiertas y libres (con curvaturas melódicas radiantes de albedrío y de naturaleza virgen) que espontáneamente afloran en el lenguaje de los románticos rusos.

La música rusa que amo más es la de Rachmaninoff. Su concierto #2 para mí es una cosa fuera de tiempo. Tú analizas los conciertos de los otros y no es igual. ¡Qué belleza! Y la orquestación, porque era un orquestador formidable. Sí, yo soy un romántico, indiscutiblemente. El romanticismo me cautivó siempre.

Después de un largo declinar, Bullumba, la música dominicana está sumergida en un profundo abismo de mudez y taciturnidad, en una estéril hondonada de pobreza sin límites. Carecemos hoy de nuevos vocalistas y, por igual, de compositores. Es alucinante que Lope Balaguer, hasta sus 80 años, no fuese eclipsado por ningún cantor de nuestros días. Nadie existe hoy, de la misma manera, con la apostura que exhibió Sonia Silvestre y que Cecilia García, Maridalia Hernández y Luchy Vicioso aún ostentan. Somos ahora (tristísimo es reconocerlo) un pueblo sin voz. Pero tampoco disponemos de creadores musicales. Si omitimos la honrosa y solitaria presencia de Juan Luis Guerra, durante las últimas décadas no ha surgido en esta tierra alguien con la trascendencia tuya, o de Juan Lockward, Manuel Sánchez Acosta, Moisés Zouain, Rafael Solano o Manuel Troncoso.

Yo veo con cierta tristeza la realidad y el futuro de la música dominicana. La veo pobre, la veo ausente de material. No existen los compositores de aquella época cuando estaban Luis Mena, Luis Rivera, Loló Cerón, Julio Alberto Hernández, el maestro Ravelo, Ninón Lapeiretta y Enrique de Marchena. Eran compositores de verdad. Había una floración, podríamos decir, de creadores y se producía música. Hoy día ¿a quién tenemos? Dime tú, porque necesitamos sacar no sólo a Bullumba. Tiene que haber más compositores, porque está en juego nuestra música, nuestra cultura.

Yo conversaba hace unos días con la pianista del trío ‘Sonare’, que tú no lo has oído, muy bueno. Son tres muchachas dominicanas: una pianista muy buena, una clarinetista muy buena, una flautista muy buena. Tocaron el ‘Vals de Santo Domingo’ y otras tres piezas mías. Ellas, me dijo la pianista, están por levantar la música, entonces me dijo “bueno, Bullumba, tú debes seguir componiendo algunas cosas nuevas”. Le dije “yo tengo ideas, pero necesito ambientarme… Bueno, tú sabes, vamos a ver cómo se desenvuelven las cosas, porque te voy a ser franco: cuando tú cumples 90 años ya no eres el mismo por más que quieras serlo…
Lo sé, amigo, y a todos nos duele. A partir de esta hora plomiza no habrá lugar en la tierra para escuchar tus palabras. Ya no sabremos, a ciencia cierta, de los frutos nuevos de tu vocación y tus potencias, ni estaremos al corriente de tus ensueños en ese tropel de benignas errancias que ha sido, y será siempre, tu destino.

Conocerte, Bullumba, hizo una de las satisfacciones más limpias que ha de merecer quien ama las cosas propias y ama la música. Tu arte será un resquicio abierto eternamente a la belleza y a la gratitud por la vida. Ahora, cuando partes “ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar”, llévate en el alma, por lo menos, la amorosa reverencia de tu pueblo. Y mi adiós…

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