Danny Vargas: “Criar a mi hijo solo me ha enseñado a ser paciente y amoroso”

Durante mucho tiempo, el cuidado de los hijos era un tema exclusivo de las mujeres. Los hombres de antaño sólo se dedicaban a procrear y salir a trabajar, dejando a la madre como única encargada de la educación y cuidado de los hijos desde que nacían hasta que se hacían grandes, por lo que el “padre” convivía muy poco con la familia, desarrollando un notable desconocimiento hacia los quehaceres que la verdadera paternidad implicaba. Así se formaron generaciones y generaciones de padres ausentes.

Desde que su hijo Abel, quien padece de autismo, tenía seis años, Danny se hizo cargo de él. Una experiencia que lo ha convertido en un mejor ser humano

Durante mucho tiempo, el cuidado de los hijos era un tema exclusivo de las mujeres. Los hombres de antaño sólo se dedicaban a procrear y salir a trabajar, dejando a la madre como única encargada de la educación y cuidado de los hijos desde que nacían hasta que se hacían grandes, por lo que el “padre” convivía muy poco con la familia, desarrollando un notable desconocimiento hacia los quehaceres que la verdadera paternidad implicaba. Así se formaron generaciones y generaciones de padres ausentes.

Sin embargo, la mentalidad machista y la idea tan arraigada que teníamos de que la crianza de los hijos corresponde a las madres de manera exclusiva, ha dado un giro alrededor del mundo. En las sociedades desarrolladas y en vías de desarrollo, ya tiene otro matiz. Los divorcios, las separaciones, la viudez y hasta las tasas altas de desempleo han contribuido a que se dé ese cambio.

Cada vez se aprecian más papás desempeñando el rol de mamá a tiempo completo. El incremento ha sido notorio, según The Rise of Single Fathers, un informe del Pew Reseach Center, que sostiene que en 1960 en Estados Unidos existían 297,000 padres solos criando a sus hijos. Hoy, más de dos millones de padres en esa nación se ocupan solos de la crianza de sus vástagos. En nuestro país ocurre lo mismo desde hace décadas. Cada vez más, por diversas razones, muchos papás desempeñan el rol de las mamás, lo que nos lleva a la conclusión de que “padre no es cualquiera”.

Para muestra, un botón: la historia de Danny Vargas González. Un hombre cuya esposa, al decidir divorciarse, le deja al hijo de ambos cuando apenas cumplía seis años.

Ya hoy, su hijo Abel es un jovencito de 19 años. Pero Danny, en efecto, no es un padre cualquiera. Su hijo es autista y la violencia matizó su desarrollo. Esa fue la razón por la cual su madre renunció a su rol porque “no le tengo paciencia”, intentaba justificarse.

Y ha sido el inmenso amor que le profesa Danny a su hijo lo que le ha permitido “con la ayuda de Dios”, colmarse de paciencia ante las reacciones violentas, consecuencia de la propia condición de Abel.

Engendrar una vida no es algo simplemente biológico, debe ser bien planeado, bien pensado y se requiere de madurez emocional por parte de la pareja.

“Cuando nos separamos, Abel tenía seis años. Ella no quiso quedarse con él, no es paciente. Yo le dije que como padre asumiría la responsabilidad que eso significa y que no lo abandonaría nunca”, sostiene Danny al ser entrevistado sobre su rol de papá/mamá.

Reconoce que el proceso de ajuste y aceptación que ha tenido que darse entre los dos no ha sido tarea fácil, “todavía hoy resulta muy difícil no solo para mí, también para mi hermano César, con quien vivimos mi hijo y yo. Él me ayuda con Abel, se queda con él cuando salgo a trabajar”, dice este hombre de 44 años, que ha desistido a tener una pareja, a formar una nueva familia, porque “no hay una mujer que entienda lo que significa un hijo autista, y encima criado sin el recurso económico que se necesita para abordar esa condición “, explica.

Luego de su divorcio, estuvo casado por tres años, “es difícil que una mujer entienda que me debo a mi hijo más allá de lo razonable”, dice. Las siguientes relaciones que ha tenido han corrido la misma suerte: la ruptura. Por la misma causa. Trabaja como encargado de empaque de una fábrica de ropa y es ese su único ingreso, por lo que solo alcanza para alimentar a Abel.

“Le agradezco mucho a mi hermano por todo lo que ha hecho por mi hijo. Hay que tenerle paciencia a Abel porque llegan momentos en los que uno se desespera. Él habla poco, solo pronuncia algunas palabras, debido a su condición”, explica Danny.

Asegura que ha sido grande la experiencia de criar a su hijo sin madre, “me ha enseñado a ser paciente y amoroso”.

Al pedirle que describa a su hijo, dice que es solitario y se mantiene, la mayoría de veces, distanciado. “Cuando era más pequeño era muy agresivo, gracias a todo el amor que le damos mi hermano y yo ha mejorado muchísimo y es más afectuoso, nos abraza incluso”, cuenta complacido este hombre que dice no arrepentirse de asumir solo la responsabilidad de sacar adelante a su hijo, aun con su precariedad económica, “hacemos lo que podemos con lo que tenemos”, subraya. “No me arrepiento de nada, ha valido la pena por todo lo que he pasado y a todo lo que he tenido que renunciar por estar con mi hijo”, enfatiza.

Reconoce que ha tenido que enfrentar muchas cosas por Abel y, en ocasiones, confiesa que ha sentido que pierde la paciencia. Cada día le pide a Dios sabiduría. Danny reconoce que su hijo es “bastante fuerte”.

Fortaleza, ánimo, paciencia y mucho amor han sido sus herramientas durante estos 13 años que llevan él y su hermano dedicados a tiempo completo a la crianza de Abel.

“Convivir con un niño autista es muy difícil, pero no me arrepiento. Si Dios me lo dio por algo fue, aunque a veces me siento derrotado”, sostiene.

Por su escaso lenguaje, propio de su condición, Abel no ha podido acudir a una escuela regular “ y yo no tengo recursos para tenerlo en una institución especializada, no me gusta pedir, aunque a lo mejor he cometido un error. Hemos vivido con muchas limitaciones, pero alimento y mucho cariño nunca le han faltado. Nosotros tenemos un lenguaje, no oral, a través del cual logramos comunicarnos con Abel, a través de gestos y señas”.

Cuando se le pregunta cuál ha sido la mayor satisfacción de su rol de papá/mamá, dice, sin dudar, “cuando me abraza y me pasa la mano por el rostro siempre que termino de rasurarme, él nota la diferencia. Abel tiene 19 años, pero su mente es como la de un recién nacido”.

Amor, dedicación y paciencia es lo que le recomienda a quien, como él, le toque criar solo a su hijo “porque no es fácil, pero es una experiencia única, un aprendizaje, él me ha enseñado a ser cariñoso y paciente”.

La madre de Abel apenas lo visita, “dos veces al año y cuando viene si dura una hora con él es mucho. No le da cariño y ni siquiera se sienta a su lado. Ella nunca le ha prodigado amor”, dice con voz entrecortada.

Danny y su hijo Abel, a quien considera el mejor regalo de Dios.

“Desconozco qué tanto le ha afectado a Abel la falta de su madre, pero gracias a Dios, mi hermano, algunos familiares y yo le hemos dado todo nuestro cariño, eso nunca le ha faltado”.

Cambio
Actualmente, la implicación paterna ha ido en aumento. Los padres tienen más experiencia y son un modelo vital para el futuro del niño. Hasta hace unos años, en la figura del padre se buscaba la seguridad económica y familiar. El cariño y la crianza de los niños era papel de la madre.

Importante
La relación y el vínculo afectivo que el padre construya con su hijo, incluso desde la gestación, es su responsabilidad e impactará en la relación futura con éste.

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