Las Américas deben estar observando con asombro el momento que vive la prensa del país campeón de la democracia y los derechos, dándose solidaridad y buscando apoyo, ante lo que percibe como una incesante amenaza de su Presidente al ejercicio de la libertad de expresión.

Más de doscientos periódicos del Gran Estados Unidos han debido unirse para advertir al pueblo norteamericano sobre las amenazas que acechan a la libre expresión.

“Los ataques a la prensa”, dice The New York Times en su apoyo al llamado de The Boston Globe, “son particularmente amenazadores para los periodistas con un Estado de derecho menos estricto y para publicaciones de menor tamaño en Estados Unidos, que ya han sido golpeadas por la crisis económica de la industria…”

Y agrega que insistir en que “las verdades que no te gustan son ‘noticias falsas’ es peligroso para el alma de la democracia”. Y decir que los periodistas “son los enemigos del pueblo” es peligroso.

El diario debió recordar una decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos del año 1964, que señala “que la discusión pública es un deber político… que debe ser desinhibida, vigorosa y totalmente abierta” y “puede incluir ataques vehementes, cáusticos y en ocasiones poco placenteros y agudos contra el gobierno y los funcionarios”.

Naturalmente, reconoce el derecho de los funcionarios a criticar a los medios –por darles menos o más importancia a las noticias, por equivocarse en algo– y que estos deben reconocer sus errores, y corregirlos con prontitud, lo que es signo de buen ejercicio del periodismo, pero de ahí a llegar a satanizarlos, señalamos por aquí, constituye una amenaza cierta y grave, especialmente cuando se hace sistemáticamente, lo que es típico del actual presidente norteamericano.

Por estos lares, hace tiempo que hemos advertido estas tendencias de los actuales gobernantes norteamericanos. Esas actitudes intolerantes contra periodistas y medios de comunicación, de las que no han escapado algunos hispanos.

Estamos en la obligación de solidarizarnos con los medios norteamericanos y con la causa justa de la libertad de expresión, allá y aquí.

El totalitarismo verbal debe ser rechazado.

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