Tanto que critican a la República Dominicana, con 174 años recibiendo los vecinos del Oeste, amigos o trabajadores, y no pasa nada, o casi nada, al menos, después de 1937. Y miren a la civilizada Costa Rica, siempre refugio de los que huyen, se hartó de la presencia de sus hermanos más cercanos, los nicaragüenses, y en un santiamén se desataron los demonios, con repudios y agresiones violentas. En Pacaraima, localidad brasileña fronteriza con Venezuela, se destapó la violencia contra inmigrantes venezolanos, a quienes les quemaron objetos personales y techos donde vivían. En ambos casos, las trifulcas se originaron en ilícitos de inmigrantes y les dieron candela. Aquí no pasa nada. Convivimos pacíficamente.

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