Muchas lecturas tiene la interesante iniciativa de David Collado, Síndico del Distrito Nacional, al limpiar las playas que corresponden al litoral del área geográfica bajo su responsabilidad. Alternadas entre acantilados, “beriles” como llaman los pescadores de esa zona, existen: La Playita y Güibia, que alguna vez fueron las playas de los capitaleños. Ambas heridas por el “inconcepto” de arrojar desperdicios humanos y basuras a las aguas del Mar Caribe, con el criterio de que “arratra’ to”. Frente al monumento a Emeterio Sanchez y los valientes que salvaron vidas de marinos americanos, cuando la catástrofe del acorazado Memphis en el año 1916, se colocó la descarga de aguas negras del Santo Domingo occidental, alterando sensiblemente el ecosistema y la sanidad natural de esa costa.

Años antes, muy cerca de ese monumento, adonde inicia la calle Sánchez, se construyó un “vertedero” en hormigón para residuos sólidos, en un agujero que los pobladores llamaban “La Boca del Infierno”, depresión natural con comunicación directa al litoral, a través de cavernas, que aún existe pero sin uso. Ciudad Trujillo era una aldea pretenciosa, de escasa población con pobreza repartida y reducidas posibilidades de consumo. El sistema Ozama-Isabela, descargan sus aguas, y la sobrecarga de sólidos no degradables que recogen en su recorrido de la infinidad de barrios de la capital. Recuerdo que en Güibia, adonde mis padres me llevaba con frecuencia, aparecían pedacitos de vidrio multicolor, con bordes pulidos por el choque de olas con arena, muestras ya del desprecio del criollo por el manejo adecuado de los desperdicios que en su modo de vida, genera. Con el uso abusivo de los materiales sintéticos, el caucho y mayormente los plásticos en sus miles de manifestaciones, sobrecargamos el ambiente al ser manejados de manera inapropiada.

La carga a la que hemos sometido nuestras aguas, internas y las que nos rodean, pone en grave riesgo, la salud y la sobrevivencia, al margen del daño que le infligimos a la fauna y flora, al medio ambiente que nos rodea. El hecho de limpiar las playas del litoral del malecón, en la parte del Distrito, constituye un simbólico acto de valentía ambiental, de reacciones favorables que motivó a muchos a sumarse y debe catalizar el propósito de corregir las causas de esas mareas de desperdicios que saturan los recursos hídricos de la Capital toda.

El sistema de manejo de aguas negras, en proceso de construcción, constituye en paso de gigante en esa lucha. Hay que evitar que los sistemas de alcantarillado pluvial no vayan a parar de manera directa a las aguas de correntía y más que nada, hay que endurecer las penas, y aplicarlas racionalmente, para quienes arrojan basura en lugares no permitidos. Las campañas de concienciación ciudadana deben ser seguidos de por sometimiento a la justicia para los violadores de leyes y disposiciones de cabildos.

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