El ministro de Hacienda, Donald Guerrero, acusa una piel ultra sensible ante posturas críticas de entidades internacionales sobre temas de finanzas públicas. Al representante del Banco Mundial, que recientemente manifestó preocupación sobre el endeudamiento, prácticamente lo insultó. Tiempo atrás humilló a la organización Oxfam con relación a un estudio sobre dinero malgastado por duplicidad institucional, nominillas y otras “indelicadezas”. Se supone que esta clase de opiniones son técnicas, despojadas de parcialidad o interés político y buscan contribuir con el país. Entonces, lo saludable es que el gobierno manifieste alguna apertura y receptividad ante ellas, considerar analizar en conjunto sus premisas, en vez de descalificarlas tan rudamente. Esta actitud de “no cojo corte” y “sanseacabó” de Guerrero es incongruente con su rol.

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