El pasado 20 de agosto concluyó el período de vacaciones del magisterio nacional, que inició en junio pasado. Tan pronto abrieron las clases se han desatado protestas en diferentes latitudes, marchas, paralización de docencia, denuncias y movilizaciones.

El 5 de septiembre, decenas de técnicos docentes marcharon en Santiago en reclamo de que el Ministerio de Educación concluya el proceso de evaluación, con lo que esperan recibir un nuevo aumento salarial. Para exponer su demanda, suspendieron sus actividades.

El 6 de septiembre, la seccional norte de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) del Distrito Nacional, denunció “problemas” que afectan a varias escuelas del distrito escolar 15-02, de los cuales culparon al Ministerio de Educación, en particular al ministro Andrés Navarro, a quien acusaron de “desestabilizar el sistema educativo”. Es casi seguro que todas las fallas denunciadas se correspondan con la realidad. Los dirigentes actuantes no dieron clases esa mañana.

El jueves y el viernes pasados, los profesores y empleados en las provincias Hermanas Mirabal y Duarte pararon sus actividades. Ayer martes tampoco hubo clases en esos distritos escolares.

El paro de Salcedo se fundamenta en el reclamo de la reposición de un director, cancelado por una situación trágica que envolvió a una alumna del plantel donde labora. Ahora dicen que habrá paros solidarios en Moca, Bonao, Yaguate, San Cristóbal, La Vega y en Santo Domingo Norte.

En San Francisco hay una combinación de reclamos, desde la reposición de un maestro, la reconstrucción de escuelas, construcción de comedores y pago de incentivos.

¿Por qué los maestros tienen que esperar el inicio de las clases para realizar todos estos reclamos y denuncias? ¿No podían realizarlos civilizadamente durante las vacaciones?

Hay quienes atribuyen ese luchismo a la proximidad de las elecciones en la ADP, el 10 de octubre, lo que impulsa una competencia de protagonismos.

Nada lo justifica. Es desconcertante, y preocupante.
Mientras tanto, los alumnos de los hogares con menos posibilidades económicas pagarán las consecuencias. ¡Qué pena!

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