Como ya señalamos en el artículo anterior, el miércoles 12 de septiembre de 2018 instauramos la Cátedra de Literatura Caribeña René del Risco Bermúdez, con una conferencia magistral pronunciada por el escritor Leonardo Padura. Bajo el atractivo título Elogio de la mezcla: Identidad y cultura del Caribe el reputado escritor concibe el Caribe como el Mediterráneo americano, como “la zona de América más vital y convulsa en la historia y de los procesos identitarios del Nuevo Mundo y como el espacio donde se han gestado y aun hoy se gestan algunos de los procesos culturales y espirituales más trascendentes de la humanidad”.

En su disertación dividida en siete puntos reflexiona sobre los procesos de definición identitatia en el Caribe y cómo la literatura que se ha escrito en el Caribe ha sido testigo y referencia, parte y esencia del intenso proceso de aculturación y forja de una identidad.

En la primera parte visualiza la región del Caribe como espacio de confluencia y de mezcla. Señala que en el Caribe se produjo, “a lo largo de los últimos cinco siglos, la conjunción de las más diversas nacionalidades y lenguas europeas –desde los españoles (que en realidad eran andaluces, catalanes, castellanos, aragoneses, extremeños…) a los portugueses; de los holandeses (algunos de ellos judíos sefardíes) a los ingleses; de los alemanes a los franceses católicos y hugonotes–, en necesaria convivencia con las ya de por sí diversas tribus originarias de la zona –caribes, arahuacos, mayas, seminolas– y, de inmediato, con numerosas culturas africanas –yorubas, bantúes, mandingas, angolas–, a las que se sumarían, en los siguientes siglos, contingentes de hindúes, japoneses, árabes y chinos, capaces de armar en su convivencia un impresionante caleidoscopio de costumbres, religiones, lenguas, modos de vivir, de amar y hasta de morir nunca antes enfrentados en toda la larga historia de la humanidad, seres en tránsito histórico y humano prestos a mezclarse y que dieron origen a esa combinación bullente y polifacética que son la identidad y el hombre del Caribe”.

En el segundo punto aborda dos de los grandes aportes que desde la simbiosis cultural ha legado el Caribe a la humanidad. El primero es la música “afroantillana” o “afrocaribeña” considerada por el escritor “como la manifestación cultural, espiritual e identitaria más trascendente que ha generado la región”. Sostiene que la música caribeña, con su potencia, ha permeado incluso otras manifestaciones artísticas de la región y ha conseguido obras de alcance no solo regional, sino universal. Un pionero en esa confluencia artística es el poeta cubano Nicolás Guillén con la publicación de Motivos de son, el conjunto de poemas en los que integraba a la lírica de la lengua la rítmica, la síncopa y hasta los temas de ese género musical. Enfatiza Padura que ese proceso, del cual participarían varios escritores de la región, décadas después se haría muy visible en la narrativa, cuando fueron apareciendo obras hoy consideradas icónicas “como De dónde son los cantantes (1967), de Severo Sarduy, La guaracha de Macho Camacho (1976) y La importancia de llamarse Daniel Santos (1988) de Luis Rafael Sánchez, u otras como Solo cenizas hallarás (1980) de Pedro Vergés o El hombre del acordeón (2003), de Marcio Veloz Maggiolo, entre otras, obras en las que se ejecuta un maridaje artístico permeado por un fuerte sentido de intertextualidad que más apropiadamente podríamos llamar interculturalidad caribeña”.

El segundo aporte que identifica el autor de la novela El hombre que amaba a los perros es el rico complejo religioso afrocaribeño, que en países como Cuba y Brasil ha alcanzado su más alta elaboración. Explica el origen de ese rico complejo religioso afrocaribeño como fruto de una “compleja simbiosis de una de las más extendidas doctrinas occidentales, el cristianismo, y de diversos cultos religiosos africanos traídos a esta parte del mundo por los negros esclavos que durante más tres siglos laboraron en campos y minas”. Valora ese complejo religioso sincrético “como un elemento que ofrece una atractiva perspectiva al hombre de hoy: una combinación profunda de tradición e, incluso, de primitivismo, con una dosis importante de un pragmatismo desconocido por otros credos asomados a la ortodoxia y al fundamentalismo”. Concluye la segunda parte con una interesante crítica a los nacionalismos chovinistas que conciben la identidad como una esencia metafísica inmutable al señalar que “los que hoy defienden la pureza racial y cultural, los que se esconden tras los bastiones de la incontaminación o el fundamentalismo de sus credos, los que alzan las banderas del nacionalismo frente a los emigrantes del sur, quizás no entiendan el significado y el valor espiritual de la mezcla, esa capacidad de conocer al otro”.

En el punto tres valora la literatura escrita en el Caribe como testigo y referencia, parte y esencia del intenso proceso de aculturación que se ha dado en el Caribe. Puntualiza que “el problema de la definición del qué somos y los conflictos de la identidad cultural y social proyectada sobre los conflictos humanos ha sido y es parte de la literatura Caribeña”. Citando a la especialista Margarita Mateo sostiene “que, desde muy temprano, nuestra literatura concedió vital importancia a esa pregunta clave en el análisis de la identidad el qué somos, pregunta que se ramificó en variantes sutiles: cómo ser, dónde serlo, por qué medios, con qué finalidad, con quiénes integrar la búsqueda socio-ontológica de la región”. Es en esta línea se inscribieron en su día obras aparentemente tan disímiles como Banana Bottom (1933), Cahier d’un retour au pays natal (1939), Hay un país en el mundo (1949), Compare General Soleil (1955) o Wide Sargasso Sea (1966), a las que sumaría, entre otras aproximaciones, a El reino de este mundo (1949), La isla en peso (1944) y Compadre Mon, de Manuel Cabral.

Concluye resaltando la existencia del Caribe como un espacio regional con características propias y valorando como una de sus manifestaciones más vitales la creación literaria, cuya legitimidad y proyección regional y universal no está en discusión hoy.
Pero realmente ¿Hoy sabemos lo

que somos y quiénes somos? Se agotó el espacio nos vemos en la próxima entrega.

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