El término cabeza de turco data del período de las Cruzadas, cuando se solía colgar la cabeza de los turcos en una lanza y acusarlos de males propios y ajenos.

Desde entonces se les llama así (también chivo expiatorio) a todo a quien se pretenda hacer culpabilizar por algo que, en realidad, no lo es, sirviendo así de excusa para quien los culpa.

Cuando ocurren hechos delictivos que provocan una reacción generalizada en la ciudadanía, para justificar el problema puede acudirse a una cabeza de turco.

El miedo difuso de la comunidad necesita encontrar un alivio que contribuya con su propia supervivencia y para esto, resulta bastante útil, la existencia de una buena excusa.

El pensador francés, René Girard, en su obra “Je vois Satan tomber comme l’ éclair” (Veo a Satán caer como el relámpago), publicada en 1999, describe, claramente, como funciona a nivel psicosocial este fenómeno:

“En un mundo en que la violencia …es objeto de una severa prohibición, como regla general, la cólera y el resentimiento no pueden, no osan, saciarse en el objeto que directamente los excita. Esa patada que el empleado no se ha atrevido a dar a su patrón, se la dará a su perro cuando vuelva por la tarde a casa, o quizá … a su mujer o a sus hijos, … así está haciendo de ellos sus chivos expiatorios”.

El uso de esta técnica, por los políticos, es frecuentemente útil. Buscar culpables favoritos, valiéndose de la percepción arraigada en la ciudadanía les lleva a canalizar la adversidad hacia un enemigo común.

Saben que a la ira de las víctimas no les interesan los argumentos técnicos, sino un resultado concreto y rápido. Exige objetivos inmediatos y creíbles.

En nuestro país, encontramos dos modelos de excusas por excelencia: el Código Procesal Penal y los extranjeros.
El Código Procesal Penal, entra al ruedo cuando ya el fenómeno delictivo se ha cometido. Como no es un instrumento preventivo, no puede atribuírsele culpa sobre el aumento de la criminalidad.

Sobre los extranjeros, aun cuando de su mayoría, no se tiene idea de quienes son ni cómo llegaron al país; un estudio serio de la cuestión podría confirmar que son menos proclives a la delincuencia que muchos nacionales.

La falta de datos empíricos ciertos nos lleva a afirmar que, por el momento, estos son simples cabezas de turco.

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