“Hay muertos que van subiendo, mientras más su ataúd baja”, cantó Manuel del Cabral en un verso al parecer plasmado para el final de la existencia física de un hombre como el doctor José Rafael Abinader Wassaf.

Ahora con motivo de su fallecimiento, testigos de primera mano difunden detalles de su vida que sólo compartían o conocían sus allegados o relacionados, conducta y hechos que no habían trascendido al gran público que ahora se entera de las virtudes y valores –no precios–, subraya Ivelisse Prats, que estructuraron la pasta de este hombre cuya vida constructiva, multifacética e íntegra es reconocida hoy por todo el país.

Yo lo imagino de mozo en su tierra pródiga de Tamboril labrando –con paciencia de orfebre, como diría el Ché a su madre– la personalidad y el carácter que le permitirían ser hacendoso, perseverante y avanzar hasta la coronación del éxito en sus diferentes actividades.

En esa personalidad reflexiva y organizada cuajan los parámetros organización y métodos que asimiló como parte de su concepción en la administración de procesos, ya en la gestión privada como en la gestión pública, con marcado entusiasmo por la educación como herramienta eficiente para la realización personal y el desarrollo de los pueblos.

Abinader fue patriota comprometido en la lucha del pueblo contra la tiranía trujillista, participante del gobierno democrático de Bosch, funcionario del gobierno Constitucional en armas del coronel Caamaño, participante del Movimiento Renovador de la UASD, firme luchador por la democracia en los años de post guerra, aliado o auspiciador del sector mayoritario del PRD, devenido en PRM.

Su paso por diferentes puestos de la administración pública ha sido valorado como impecable, con demostraciones de coraje patriótico, como cuando cumplió e hizo cumplir el mandato de Caamaño de no permitir la sustracción de bienes públicos o privados en la zona Constitucionalista, o en ocasión de representar al gobierno dominicano para arrancarle a la omnímoda Gulf & Western 37.8 millones de pesos, con los que se quiso quedar, pese a corresponderle al país.

Ocurre que todas esas acciones del Dr. Abinader, inspiradas “en valores y no en precios”, son ampliamente reconocidas y resaltadas por la sociedad, debido a que él representa la negación de la corrupción, y el enriquecimiento de políticos que mal podrían justificar la opulencia en que viven, pese a llegar a la administración pública como pobres de solemnidad.

Como parte del código ético con que operan las empresas constituidas por la familia Abinader, tienen prohibido hacer negocios con el estado, y las universidades familiares, O&M y de la Tercera Edad no reciben subsidio estatal, como es costumbre en el país, y en otras empresas no reciben combustible subsidiado, como ocurre con sus pares.

Hoy los partidos y los políticos figuran en las encuestas como uno de los grupos más corrompidos y desacreditados, y es ante ese panorama que el doctor Abinader, a quien sigue los pasos su hijo el licenciado Luis Abinader Corona, ha recibido de la sociedad dominicana tantos reconocimientos.

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