La película se basa en la historia real de la escritora de la escritora francesa Sidonie-Gabrielle Colette y en gran medida es una historia de usurpación de su talento y de su emancipación como mujer que toma las riendas de su vida y su destino.  A finales del siglo XIX, la escritora pasó por tumultuosos 20 años que la definen como un icono de la transgresión de costumbres. A los 19 años se casó con el escritor Henry Gauthier-Villars, y juntos crearon el primer personaje adolescente moderno de éxito, Claudine; se separó, descubrió su amor por las mujeres y tomó las riendas de su carrera literaria en 1910. Es este período de la vida de ese personaje popular de la literatura francesa es mostrado con una estructura narrativa lineal. Lo que presenciamos es el caudal de la vida de este icono de la cultura francesa. El filme se desarrolla con elegancia y nos va presentando los trances que moldean a Colette. Ante el conflicto con su marido al descubrir su infidelidad se queja amargamente ante su madre, pero sin decirle qué está pasando en su matrimonio: “nada es como me lo imaginé”, dice, y su madre le responde: “nadie puede robarte tu forma de ser. Nadie”. Lo que sigue en la conversación anuncia el cambio radical de aquella chica manejable a otra diametralmente opuesta. Eran los albores del siglo XIX y Paris era el centro del mundo cultural con la actriz Sarah Bernhart en su eje, empezaba el uso doméstico de la energía eléctrica que hizo posible el nacimiento de la proyección de cine, nace el ciclismo como deporte. Pero volviendo al filme. La historia comienza a tomar cuerpo cuando Colette descubre que para su esposo la infidelidad es un asunto de género, para él es inaceptable que la mujer haga con otro hombre lo que un ellos se toman la libertad de hacer con ellas. Por ahí anda la narrativa esplendorosa en diálogos picarescos que delinean una sórdida actitud de Colette con todo lo que le rodea. Así va la narrativa figurando a aquella escritora de quien sus críticos admiradores la consideraban que usaba los conceptos con “precisión en las palabras que describen la belleza de la naturaleza, gran poder de observación, fino análisis de la conducta de los animales y una gran voluptuosidad y sensualidad expresadas con estilo igualmente fresco y libre”. El filme procura mantenerse pegado todo el tiempo al despliegue actoral de los roles protagónicos. Por momentos la música nos atrapa con fuerza descomunal encantando y retrotrayéndonos a la exuberancia puesta en escena.

 

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