Un anciano colecciona una serie de honores que van desde premios por sus trabajos como paisajista y decorador hasta el reconocimiento por haber luchado contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, fue a los 90 años que conquistó algo sorprendente: fue arrestado por portar el equivalente a tres millones de dólares en cocaína en su coche, una camioneta vieja en Michigan. Sharp era el líder de Sinaloa, un cártel de drogas en México y fue sentenciado a tres años de cárcel. La trama basada en la historia real acompañará a Earl Stone (Clint Eastwood), un veterano del ejército estadounidense que, al regresar de la guerra, se convirtió en un horticultor premiado. Sin embargo, cuando Sharp tenía 87 años de edad, un agente del DEA descubrió que también trafica drogas en nombre del Cartel de Sinaloa, en México. Sharp fue arrestado en 2011 y, a pesar de que su abogado argumenta que no podía ser arrestado por su edad y demencia, fue condenado a dos años de cárcel. Murió en 2016, a los 92. Pues bien, la sinopsis del filme describe a un Earl Stone (Eastwood) octogenario que está en quiebra, sin familia, y que se enfrenta a la ejecución hipotecaria de su negocio, se le ofrece un trabajo aparentemente fácil: solo requiere conducir. Pero, sin saberlo, Earl se convierte en traficante de drogas para un cartel mexicano, y pasa a estar bajo el radar de la DEA. Con una narrativa volcada a la mesura el filme avanza al ritmo de un anciano octogenario. Resulta interesante, selecta y placentera de ver a este ventajoso actor y director en un personaje que le queda a su medida. Solamente notamos demasiadas escenas clichés y un personaje estereotipado con el recurrente objetivo de “adaptar” la historia y el personaje reales al ambiente ficcional del cine dicho comercial. Y de esa manera los diálogos van en vía contraria a retratar los factores socioeconómicos que traen como consecuencia la desgracia en que viven millones de octogenarios en la economía más fuerte de la tierra. De ahí que pese a presentarnos las injusticias que se cometen contra inmigrantes mexicanos y de mostrarnos la naturaleza del perfil racial de individuos torcidos por la ignorancia y cegados por la xenofobia, aun así no sentimos cualquier efecto que genere impacto emocional, y la falta de eso contribuye al “mareo” ideológico. El cine de Eastwood muestra así su obvia tendencia a dejarnos insatisfechos, quizás porque en la senectud de su vida expresa que jamás fue ni dejará un legado de transformación con su arte.

HHH Género: Tragicomedia. Duración: 116 minutos.

Posted in Crítica Cine

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