Tuve el privilegio de ver crecer a Cienfuegos. Entre 1986 y 1988 iba con frecuencia a esa comunidad acompañando al padre Ramón Dubert, un jesuita extraordinario que además de crear allí la parroquia San Lorenzo, se preocupó y ocupó para que sus residentes tuvieran una vida más digna.

Por ejemplo, Dubert ideó un exitoso proyecto donde, con el apoyo de hombres y mujeres de buena voluntad, reconstruían el techo y la pared de casas apenas hechas de latas y cartón. Los beneficiarios debían completar lo demás, para que se sintieran parte de la obra. Así se hicieron cientos de viviendas.

Ahora Cienfuegos es parte del distrito municipal Santiago Oeste, cuya población sobrepasa las 240 mil personas, con una economía en crecimiento, teniendo más habitantes que 15 provincias de diferentes regiones del país. Comparto con ustedes algo importante de la historia de Cienfuegos.

Era el año 1987. Monseñor Roque Adames, obispo de la diócesis de Santiago de los Caballeros, llamó al padre Dubert, quien entonces, además, dirigía la parroquia Corazón de Jesús en Los Jardines Metropolitanos.

“Dubert –le dijo monseñor– mañana viene el cardenal John O’Connor, arzobispo de Nueva York. Me pidió conocer un lugar pobre de Santiago. Le propuse Cienfuegos. Vayan temprano, para que pueda compartir con la comunidad”. El sacerdote asintió con agrado, pues sabía que en algo beneficiaría esa visita a esos necesitados hermanos.

Al día siguiente inició el recorrido. El pueblo llano y descalzo estaba en las calles, impresionado por la presencia de tan alto dignatario de la Iglesia. Yo tuve el honor de participar. Cienfuegos también significaba mucho para mí, pues junto a Dubert organizaba grupos y preparaba futuros líderes.

Mientras caminábamos por los polvorientos e indefinidos trillos, el cardenal O’Connor, impactado por las lamentables condiciones de vida de los moradores, le expresó a Dubert: “Esta tarde veré al presidente Balaguer, ¿qué le puedo pedir para Cienfuegos?”.

El sacerdote no esperaba esa pregunta. Me miró, como buscando ayuda para una respuesta. Me quedé pensando y cuando casi le sugiero que pidiera una escuela o un club cultural y deportivo, Dubert le contestó: “Solicítele a Balaguer que haga Cienfuegos, que lo transforme para bien”.

En la noche monseñor Adames le comunicó a Dubert que Balaguer había aprobado la petición del cardenal O’Connor. Y así comenzó la construcción de un nuevo Cienfuegos, siendo hoy uno de los sectores más grandes y dinámicos de Santiago.

Con este artículo valoro el avance de Cienfuegos, con su gente noble y trabajadora y también rindo tributo al padre Dubert, quien promovió las enseñanzas de Jesús, luchó para que imperara la justicia social y formó una generación comprometida con la creación de una mejor patria.

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