De consignas y mentiras

Joaquín Balaguer, lo he escrito tantas veces, siempre será una noria en nuestra sociología política-electoral, pues, el caudillo ilustrado o Fouché -como le llamó Orlando Martínez- nos legó un abecedario político

Joaquín Balaguer, lo he escrito tantas veces, siempre será una noria en nuestra sociología política-electoral, pues, el caudillo ilustrado o Fouché -como le llamó Orlando Martínez- nos legó un abecedario político que aún es manual recurrente de los actores políticos (¡hoy!); y también sobre aquello que en las sociedades desarrolladas se llama “opinión pública” pero que, entre nosotros -según ese manual-“legado”-, es otro partido político junto a la “sociedad civil-oenegé”.

Y ese sustrato -corpus-“axiológico”- del Balaguer abecedario-político, es el mismo que le da sustento a una tontería política que es repetición-verborrea de una claque periodística-intelectual -periferia-mediática de la oposición-: la idea o absurdo (como no tener un código del perdedor), de que, el PLD, de cara al 2020, debe salir del poder obviando, que, desde el fin de los regímenes autoritarios-totalitarios -postrimería siglo XX- que asolaron la región, el decálogo (método universal) para legitimar gobernanza democrática es: cumplimiento de la legislación-electoral, pluripartidismos (así sea de siglas-franquicias), respeto a los derechos humanos, elecciones libres-transparentes, garantías de libertades-públicas y de prensa y observación electoral nacional-internacional.

Esos son los parámetros o estándares internacionales a cumplir por un partido político o coalición -equis- que esté en el poder -procure o no mantenerse-. De modo, que no puede haber argumentos constitucionales-democráticos o, de derecho internacional, a menos que no sean políticos partidarios, que decrete el tiempo específico que un partido debe o no permanecer en el ejercicio del poder. Tal fin o, salida, en una democracia, solo les compete a las mayorías ciudadanas-nacionales expresadas en las urnas. Nunca a elucubraciones periodísticas o, siquiera, académicas.

Por ese razonamiento, retorcido y anti-democrático, podríamos llegar a otro más universal: ¿en cuál país del mundo está establecido, democrática y constitucionalmente, que un partido político -equis- solo debe durar tal o cual período en el poder? ¿Quién ha dicho que, “mayoría electoral” se construye de deseos, mentiras y chantajes o, que la alternabilidad de los partidos en el ejecutivo –y demás poderes públicos- es leitmotiv, si no, estalla una guerra-crisis?

Sin embargo, es lógico que la oposición política y su periferia periodística-intelectual, en cualquier país-sociedad, aspire y quiera llegar al poder; pero, de ahí a que esa aspiración política-lectoral sea un mandato-derecho per se, hay un gran trecho que pasa, primero, por: construir-concretizar “mayoría electoral”, lograr alianzas (¿cuándo programáticas?), crear empatía ciudadana y, sobretodo, sustentar-sostener credibilidad ciudadana en una propuesta programática y un líder.

Finalmente, preguntamos: ¿Cuándo salió el PRI del poder en México, La Concertación en Chile, Arena en El Salvador; y entre nosotros, Joaquín Balaguer? Sencillamente, cuando esas sociedades, expresadas en “mayoría electoral”, los sacó. Y -¡zas!- se acabó.

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