Este pasado sábado 12 de enero de 2019, al conmemorarse el 9no aniversario del devastador terremoto que destruyó gran parte de la vecina ciudad de Puerto Príncipe, el presidente de Haití Jovenel Moise depositó una ofrenda floral en el lugar donde fueron enterradas miles de personas que perdieron sus vidas súbitamente tras una moderada sacudida sísmica de magnitud 7 que en total mató a 316 mil personas; aunque ese terremoto no hubiese producido mayores daños humanos y materiales si las construcciones hubiesen estado levantadas sobre roca rígida capaz de permitir el rápido paso de las ondas sísmicas de corte, porque las altas velocidades evitan la dañina amplificación; pero como la mayor parte de la ciudad de Puerto Príncipe está levantada sobre suelos arcillosos flexibles, las ondas sísmicas se ralentizaron y amplificaron, con lo cual multiplicaron sus fuerzas tangenciales y destruyeron 400 mil edificaciones que aplastaron a cientos de miles de ciudadanos que nunca pensaron en la posibilidad de que en su comunidad ocurriese semejante desastre.

En artículos anteriores hemos explicado que el suelo de la llanura de Puerto Príncipe, donde se concentra la mayor cantidad de asentamientos humanos haitianos, está constituido por arcillas calcáreas blandas, con velocidades de propagación de ondas sísmicas de corte de 75 metros por segundo, lo que clasifica esos suelos arcillosos como tipo E, donde las bajas velocidades de propagación de esas ondas sísmicas de corte obligatoriamente producen un efecto de amplificación local para mantener el balance de energía, conocido como efecto de sitio, producen un incremento sustancial de la aceleración basal, y un incremento de la aceleración que sacude y estremece lateralmente a las estructuras habitacionales, hospitalarias y escolares, convirtiéndose ese moderado terremoto de magnitud 7.0 en el peor desastre sísmico ocurrido en el planeta Tierra en los últimos 100 años, y todo fruto de que las construcciones y los ciudadanos no estaban preparados para semejantes fuerzas sísmicas.

De ahí que el presidente de Haití, al dirigir unas breves palabras durante la solemne ceremonia de recordación de los caídos durante ese terremoto, dijo que “tenemos que continuar los esfuerzos para estar mejor preparados”, ya que todos sabemos que la preparación es la única garantía para reducir los impactos negativos de las fuerzas de la naturaleza en cualquier lugar del planeta, y esa ha sido la razón por la cual el Gobierno dominicano, al ocupar por primera vez un asiento temporal en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, ha presentado como tema para debate las amenazas de los fenómenos naturales sobre la paz y la seguridad mundial, ya que la República Dominicana, por haber sufrido impactos directos de grandes terremotos, maremotos y huracanes, puede hablar con propiedad y con credibilidad sobre los efectos derivados de los impactos de las fuerzas de la naturaleza, porque el terremoto que devastó a Puerto Príncipe fue causado por una falla sísmica que pasa inmediatamente al sur de esa ciudad.

Pero luce que en nuestra isla no hemos aprendido mucho sobre las causas que motivaron que ese terremoto ocurrido hace 9 años se convirtiera en un fenómeno devastador sujeto de estudios geocientíficos y sociales, ya que en estos 9 años transcurridos desde aquella terrible tarde del 12 de enero de 2010, las edificaciones en Haití y en la República Dominicana han seguido levantándose con los mismos criterios constructivos usados antes del sismo, indistintamente de los tipos de suelos, indistintamente de las cercanías de importantes fallas sísmicamente activas, e indistintamente de que las placas tectónicas siguen moviéndose y acumulando energía elástica que deforma las rocas de la corteza terrestre hasta romperlas y liberar ondas sísmicas que atraviesan y estremecen nuestros suelos.

En nuestra isla y en nuestra región necesitamos más investigación científica en materia de sismicidad y sismorresistencia, porque grandes terremotos van a seguir ocurriendo en la costa norte, a lo largo de la franja de contacto entre la placa tectónica de Norteamérica y la placa tectónica del Caribe, así como en la franja sur a lo largo de la falla Plantain Garden o falla de Enriquillo, lo que quiere decir que las franjas norte y sur de nuestra isla están bajo amenazas permanentes de grandes terremotos, y para prepararnos mejor debemos desarrollar estudios de microzonificación sísmica de cada núcleo urbano, debemos instalar más estaciones sismométricas, acelerométricas y magnetométricas, debemos adquirir mesas vibratorias para analizar, a escala real, el comportamiento de diferentes tipos de estructuras sometidas a diferentes aceleraciones sísmicas, a los fines de que sus resultados pasen a formar parte de los códigos de construcción sismorresistente, códigos que deben ser revisados al menos cada 2 años para actualizarlos en función de los más recientes avances científicos y tecnológicos en materia de sismicidad y sismorresistencia, para así evitar otro desastre como el ocurrido hace 9 años.

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