Buenos gestores

Las tendencias definidas como progresistas, tipificadas como de “izquierda” de diferentes matices, vivieron en América Latina desde finales del siglo pasado hasta tiempos actuales un proceso ascendente, con la toma del poder incluido.

Las tendencias definidas como progresistas, tipificadas como de “izquierda” de diferentes matices, vivieron en América Latina desde finales del siglo pasado hasta tiempos actuales un proceso ascendente, con la toma del poder incluido.

Fueron los herederos o continuadores de los luchadores contra los regímenes de fuerza, de “derecha”, que por décadas gobernaron despóticamente, cuyos jefes se enriquecían a costa del erario.

Sus perseguidos, encarcelados o exiliados, algunos levantados en armas, ascenderían luego al poder. En la práctica terminaron reproduciendo las formas de dominación que abominaban.

Vendría una transición de gobiernos de fuerza hacia modelos democráticos, con algunos intentos de construcciones socializantes, o simplemente, modelos supuestamente negadores de la opresión y las injusticias. Hemos visto fracasos en la gestión pública. Mal desempeño y frustraciones, en vez de satisfacciones sostenibles para los ciudadanos. Pero la peor decepción ha sido la inesperada corrupción, que se veía como consustancial a los derechistas.

Vemos los procesos fallidos, sin importar consideraciones o racionalizaciones, medidos por hechos y resultados, escenificados en Brasil o Argentina, y dolorosa y peligrosamente en Venezuela. Este último país vive un creciente deterioro aguijoneado por la pretensión de implantar un socialismo, evidentemente tardío, atrapado por un desastre económico colosal y una aguda pérdida de cohesión social, agigantada por la inseguridad y una masiva migración.

Nicaragua, donde se derramó tanta sangre por la libertad, en nombre de la felicidad que se concretizaba en la instauración de un gobierno justo encarnado en el sentimiento sandinista, de mejorías sustantivas para la población, se torna en otro ejemplo de incapacidad de izquierda amargamente aderezada con represión.

En algunos casos sobrevive el sentido común y algo de racionalidad, como la experiencia del Frente Amplio de Uruguay. A la Bolivia de Evo Morales difícilmente se le pueda augurar un futuro mejor si sigue los derroteros conocidos.

Sin entrar en otras consideraciones, vemos una grave caída de las tendencias llamadas progresistas, porque sus inspiradores no han sido capaces de brindar satisfacciones a la gente, desde el poder.

Habría que aproximarse a la conclusión de que los pueblos necesitan buenos gestores, con integridad en la ejecución de las políticas públicas, y persuadidos acerca de la necesidad de fortalecer el marco institucional, sin considerar tendencias ni ideologías.

Posted in EditorialEtiquetas

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas