Dejemos de buscar culpables

Qué explica el sorprendente desarrollo industrial, tecnológico y cultural de Israel, Singapur, Taiwán y Corea del Sur, en circunstancias adversas, y los problemas de un país como el nuestro, rico en recursos naturales y geográficamente situado en el centro del Caribe, con fácil acceso a los grandes mercados, como Estados Unidos y Europa?

¿Qué explica el sorprendente desarrollo industrial, tecnológico y cultural de Israel, Singapur, Taiwán y Corea del Sur, en circunstancias adversas, y los problemas de un país como el nuestro, rico en recursos naturales y geográficamente situado en el centro del Caribe, con fácil acceso a los grandes mercados, como Estados Unidos y Europa?

No pretendo hacer comparaciones, por lo general enojosas. Pero la respuesta pudiera ser que dejamos todo en manos del Gobierno.

Nuestra incapacidad para planificar a largo plazo es tan legendaria como la intensa pasión por la retórica estéril, que agota las energías y nos hace mirar por el retrovisor, no por lo que figura delante de nosotros. Nos falta tal vez vocación para el compromiso y nos sobra entusiasmo para la improductiva tendencia a escuchar el eco de nuestras propias voces, descartando las demás. Cuando les tocó asumir grandes decisiones, los israelíes, taiwaneses, singapurenses y surcoreanos no vacilaron. Parecería, en cambio, que a los dominicanos nos falta voluntad para hacer lo que precisa necesario, cuando la oportunidad se presenta a nuestras puertas.

La experiencia nos enseña que a despecho de cuán grandes son nuestras diferencias, no alcanzan el nivel de nuestras coincidencias. La dificultad consiste en la imposibilidad de lograr que las utopías inspiradas en largas horas de ensueño trasciendan los límites de la poesía. El ruido de discusiones vacías ha dejado sordos los oídos de la nación para escuchar el llamado de la oportunidad que tantas veces, a lo largo de nuestra historia republicana, ha pasado delante de nuestras puertas sin detenerse. Las aleccionadoras experiencias de Israel y de las dos naciones asiáticas deberían servirnos de inspiración para evitar que el porvenir cifrado en el ideal de independencia termine siendo un débil quejido de esperanza, una vez más.

Posted in La columna de Miguel GuerreroEtiquetas

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas