Me llama la atención lo emotivas que lucen las posiciones que han asumido el pasado presidente Leonel Fernández y varios de sus cercanos colaboradores. Personas que se habían mostrado como pragmáticas y calculadoras últimamente parecen ser víctimas de sus impulsos y evidencian una deficiente inteligencia emocional.

En el caso particular del expresidente, luce rencoroso y deprimido, a la vez que utiliza citas de patriotas y palabras como “decoro” que le quedan grandes a alguien cuyo gobierno se caracterizó por despilfarro, escándalos de corrupción e irregularidades sustentadas por auditorías numerosas de la Cámara de Cuentas y de organizaciones vinculadas al tema.

Fernández habla como candidato y parece olvidar que es presidente de un partido, lo que, aunque no controle sus máximos organismos, en teoría debe obligarlo a posturas institucionales.

También habla de voluntad popular pero fue él y no el pueblo quien en 2010 decidió eliminar el “nunca jamás” y rehabilitarse. Utilizando ese mismo discurso pidió un referendo que la Constitución no contempla para el caso en cuestión, pero olvida que fue él quien impidió insertar en la Carta Magna la figura del referendo revocatorio cuando podía afectar su mandato.

Muchas veces se ha autodenominado el guardián y centinela de la Constitución y sin embargo cuando era Presidente y por consiguiente ese rol le correspondía olvidó protegerla en casos como el de Sunland. También olvidó exigir respeto al artículo relativo a los privilegios al grado tal que de acuerdo al Foro Económico Mundial de 139 países el nuestro era el número 139, el peor en materia de nepotismo.

Se presenta a sí mismo como una especie de deidad tutelar y evidencia no estar consciente de cuál es su papel actual. Es obvio que se ha llegado a creer que las adulaciones y presuntas lealtades de sus seguidores eran a la persona y no al presidente.

Resta méritos a todas las encuestas de empresas internacionalmente reconocidas que han revelado cifras de popularidad de Danilo Medina que aseguran que el PLD retiene el poder sólo con él y que indican que una candidatura suya, en cambio, forzaría una segunda vuelta en la que le resultaría muy difícil ganar. Paradójicamente, los datos de esas encuestadoras eran “palabra de Dios” y “punta de lanza” de su discurso cuando él era el protagonista de la película.

Y entre otras cosas habla de desprendimiento con tanta vehemencia que casi le creo, pero olvidó la consecuencia lógica de ese planteamiento: Decir que renuncia a sus propias aspiraciones.

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