El desarrollo humano en las provincias

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) acaba de lanzar una actualización del Mapa Interactivo de Desarrollo Humano de República Dominicana

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) acaba de lanzar una actualización del Mapa Interactivo de Desarrollo Humano de República Dominicana (http://www.do.undp.org/content/dominican_republic/es/home/ourwork/humandevelopment/successstories/mapa-interactivo-de-desarrollo-humano-de-rd/). Este mapa es una herramienta útil y versátil que provee el Índice de Desarrollo Humano (IDH) por año para cada una de las provincias del país para el período 2010-2016 y los datos de los indicadores que sirven para construir el índice. Pero además provee el Índice de Desigualdad de Género (IDG) por provincias para esos mismos años, así como los indicadores usados para elaborar ese índice.

El Índice de Desarrollo Humano

El IDH procura medir el nivel de bienestar material de la población, agrupando en un solo indicador datos que dan cuenta de la capacidad de compra de las personas, del estado de salud y de la situación de la educación. Las variables que forman parte del IDH no miden todas las dimensiones del bienestar, solo tres, y en verdad, representa una síntesis injusta de lo que significa el desarrollo humano. Sin embargo, es valiosa para medir de forma integrada y para comunicar.

El PNUD publica el indicador todos los años para la mayoría de los países con los datos más actualizados que estén disponibles. Para medir la capacidad económica de las personas de un país utiliza el ingreso per cápita. En años recientes, ha logrado sofisticar este indicador y le ha incorporado mediciones de la desigualdad en la distribución del ingreso para hacerlo más realista.

Para aproximarse al estado de salud utiliza la esperanza de vida al nacer, en el entendido que una vida más larga generalmente está asociada a un mejor estado de salud. En el caso de la educación, utiliza el número de años de escolarización que en promedio tiene la población de más de 25 años, y los años esperados de escolarización para niños y niñas en edad escolar.

Como muchos de estos datos no están disponibles a nivel provincial, los y las colegas del PNUD utilizaron, como reemplazo, otras variables relacionadas, lo cual es una práctica estándar, pero requiere algo de creatividad. En el caso de la salud, usaron la tasa de sobrevivencia infantil que es la proporción de población infantil que logra sobrevivir al primer año. También usaron el Índice de Aseguramiento en Salud que es la proporción de la población de la provincia que está asegurada, y la cantidad de camas y médicos por cada 10 mil habitantes. Los dos últimos indicadores no reflejan precisamente el estado de salud de las personas, pero son un insumo relevante.

En el caso de educación, usaron la tasa neta de culminación de la escuela básica y media que es la proporción de población en edad que logra culminar ambos ciclos, la tasa de alfabetización de la población de 15 años y más, y la tasa de cobertura neta en los tres ciclos de educación (inicial, básica y media) que es la proporción de la población infantil que, dada su edad, asiste a la escuela en el ciclo que le corresponde.

El Índice de Desigualdad de Género

El IDG es un indicador distinto porque no sólo usa datos socioeconómicos sino también otros que procuran medir el poder comparado de mujeres y hombres en la sociedad. Esto es relevante porque reconoce que la fuente de la desigualdad de género es la falta de poder de las mujeres.

Para el caso de las provincias dominicanas, el IDG se construyó utilizando datos de salud reproductiva (tasa de mortalidad materna y tasa de fecundidad en adolescentes), de empoderamiento (porcentaje de mujeres en el Congreso y porcentaje comparado de hombres y mujeres de 25 años o más con educación secundaria o superior) y del mercado laboral (porcentaje de hombres y mujeres en edad de trabajar que trabajan o buscan trabajo).

Resultados

Una mirada general al mapa y a los datos que contiene permite sacar algunas conclusiones.

La primera es que vivimos en un país esencialmente pobre. De las 32 provincias del país, 27 tienen un IDH medio bajo o bajo. Eso significa que, los indicadores combinados de ingreso, salud y educación muestran que, en la inmensa mayoría del territorio nacional, las condiciones de vida son precarias. Ciertamente, las provincias de la frontera Sur (Elías Piña, Bahoruco, Independencia y Pedernales) están entre las que muestran los índices más bajos, pero el bajo desarrollo humano es un fenómeno generalizado en el territorio.

La segunda es que vivimos en un país fracturado. De hecho, lo que evidencia el mapa es que, en términos de calidad de vida, este es un país bipolar: por un lado, tenemos al Distrito Nacional, el único territorio con IDH alto (que es 36% más alto que el de la provincia que le sigue), y por el otro, como se indicó, tenemos 27 provincias con IDH medio bajo o bajo. En otras palabras, casi no tenemos provincias de “clase media”, es decir, con IDH medio alto. En 2016 eran apenas cuatro: Hermanas Mirabal, Monseñor Nouel, Duarte y San José de Ocoa).

La tercera es que, a pesar de lo anterior, entre 2010 y 2016 se observan progresos. En ninguna provincia ocurrieron retrocesos. En todas el IDH aumentó. Eso no es raro porque no hemos tenido crisis económicas y desde 2014 el crecimiento ha sido muy alto casi todos los años. El promedio provincial de incremento en el IDH en ese período fue de 27%. La que menos progresó en términos del IDH fue el Distrito Nacional (en parte porque su IDH ya era alto) y lo hizo en 11% mientras la que más progresó fue Pedernales, que vio su IDH subir en 68%.

La cuarta es que, desafortunadamente, no hay evidencia de que las distancias en calidad de vida y bienestar entre las provincias se estén reduciendo. No se observa algún patrón claro en el que algún tipo de provincia esté progresando de forma particularmente acelerada o se esté quedando especialmente rezagada. Lo deseable es que las provincias con menor desarrollo humano sean las que más progresen, pero ese no es el caso.

La quinta es que, entre 2010 y 2016, el factor que más contribuyó al incremento en el IDH en las provincias fue el ingreso porque los progresos en materia de educación y salud fueron más modestos. De hecho, si se excluyese del cálculo el ingreso, el país no tendría provincias de “clase media” (con IDH medio alto). Igualmente, entre las de IDH medio bajo, las que tienen el índice más alto lo tienen porque sus ingresos son mayores y no especialmente porque disfruten de mejor salud o tenga indicadores más aventajados en educación. Esto evidencia que el Estado ha fallado terriblemente en la provisión de servicios básicos, tanto en términos de la cobertura como de la calidad de éstos. Impulsar el desarrollo humano pasa, inexorablemente, por robustecerlos, financiándolos mejor y asegurando más calidad.

Por otra parte, complace ver como crece la utilización de aplicaciones para medir las desigualdades de género a nivel subnacional. Las mujeres son el 50% de la población y son frecuentemente invisibilizadas en los promedios de la población.

El resultado del cálculo del IDG muestra que entre 2010 y 2016 los avances a nivel provincial han sido muy modestos, en especial porque las mujeres siguen muriendo por complicaciones evitables relacionadas con la maternidad, por la alta tasa de fecundidad en adolescentes, porque hay pocas mujeres en el Congreso y porque su participación en el mercado laboral sigue siendo mucho menor que la de los hombres. Además, las inequidades de género no parecen responder a algún patrón territorial claro. Incluso el Distrito Nacional, donde se podría argumentar que las mujeres pudiesen estar más empoderadas, aparece con un índice de desigualdad medio alto.

Los mensajes para las políticas públicas

Los mensajes son tres. Primero, hay que tener políticas con enfoque territorial porque la gente vive en territorios concretos, en entornos específicos, y las condiciones de éstos son determinantes clave del bienestar. Eso significa que cuando se piense en educación, salud, infraestructura o fomento de la producción, hay que poner un ojo en las situaciones de cada región o provincia.

Segundo, como se ha dicho tantas veces: el crecimiento no basta y hay que tener una buena política social, con suficientes recursos, pero además bien dirigidos. La política social es crítica para que el crecimiento se transforme en bienestar. La gente de la mayoría de las provincias del país no disfruta de bienestar porque el déficit en esta materia es patente.

Tercero, gastar no basta y la política no puede limitarse a ello. Hay que contribuir a empoderar, derribando las barreras que impiden una plena, activa e igualitaria participación de las mujeres en todos los ámbitos de la vida. El gasto público en la gente debe complementarse con leyes, normativas y directrices antidiscriminación efectivas que hagan eso posible.

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