Como he manifestado en varias ocasiones el 30 de marzo de 1957 con apenas 22 años de edad, llegue a la pintoresca Villa de Jarabacoa, donde siempre hay primavera, lugar donde había sido designado Inspector de Educación del Distrito Escolar No. 52, después de haber desempeñado con éxito las funciones de maestro de alfabetización de adultos y maestro-secretario de la Escuela Primaria “Generalísimo Trujillo”; bajo la idónea dirección de la famosa educadora María Josefa Gómez Uribe.
El 28 de febrero de 1959 me tocó el premio mayor al casarme con mi única Esperanza, bautizada así en las presentaciones que hacemos los miembros de nuestro querido Club Rotario Santo Domingo Bella Vista, y para el 28 del presente mes de febrero cumplimos 60 años de feliz unión matrimonial, tiempo durante el cual nos hemos llevado excelentemente bien, con trato cariñoso y respetuoso y con un amplio acercamiento entre mi familia y la de Esperanza, pues al analizarlo somos dos familias que nos hemos tratado con gran.
En mis lecturas religiosas encontré un documento que en su fondo puedo decir que realmente describe cómo han sido las relaciones entre Esperanza y yo que por su importancia incluyo a continuación:
El hombre y la mujer constituyen la humanidad unida por el amor en el matrimonio, gustando el delicado sabor de la procreación de la familia, los hijos.
La vida conyugal es función mutua en donde la armonía debe ser espontánea y en donde se quiebran las dificultades, indiferencias y obstáculos y se enaltece la gratitud de amarse.
Las leyes de la moral conyugal son las mismas que la de un amor que quiere alcanzar sus más altos fines.
El amor no es un instinto sino un arte, el arte más bonito de la vida en donde quedan superadas las indiferencias y las incomprensiones, donde prevalece el diálogo y se aniquilan los egoísmos, cada uno es una persona humana con características diferentes, con condiciones desiguales las cuales deben acoplarse en franco razonamiento: ¡O mujer compañera tierna y amante surco fértil de la vida!
Matrimonio feliz procreaste los hijos tienen 1, 2, 3, o 4, sublimaste la vida eres madre o padre, encuentra en tus hijos la ternura tibia, el empleo suave y dulce de sus riquezas afectivas.
La primera necesidad en el matrimonio es la de saber amar, perdonar y comprender las imperfecciones y las flaquezas humanas.
La voluntad de dos seres felices constituyó la vida y se procreó la familia, cada uno lleva la satisfacción progénita de haber construido un vástago, de haber prolongado aún más la vida, con respeto, con dignidad, con lealtad, con delicadeza, con armonía y con riqueza del espacio y el tiempo.
Padres e hijos deben encontrar en una misma persona la esposa y la madre que ellos reivindican con igualdad y exclusivismo.
El matrimonio es uno de los más importantes sacramentos de la vida cristiana, en el que los contrayentes se convierten en testigos absolutos de este santo sacramento”.
Con el fausto motivo de cumplir sin problemas nuestros 60 años de armónica unión conyugal y al celebrar las “Bodas de Diamante”, nuestras hijas Iris y María de Jesús; nuestras nietas y nietos, Nicole, Jorge Nicolás, Inés María, Erik de Jesús, Erika María y Bianka María, así como nuestros tres biznietos María del Mar, María Paula y Nicolás Enrique, han preparado un encuentro con nuestros familiares y algunos amigos muy relacionados por los años de nuestro feliz matrimonio para disfrutar un momento agradable y de grata recordación de nuestros 60 años de feliz unión matrimonial.
Esta bodas de diamantes no es muy fácil encontrarlas entre los matrimonios de hoy donde lamentablemente el divorcio constituye la regla de las uniones del momento sufriendo gravemente los hijos que con el Poder de Dios Nuestro Señor hemos traído al mundo cumpliendo el mandato bíblico de “Creced y Multiplicaos como las estrellas de los cielos y la arena del mar”.
“Gracias Señor, por permitirnos celebrar estas bodas de diamante y concedernos la dicha de llegar a la cuarta edad, al ser dos personas que sobrepasamos, gracias a Dios, los 80 años de edad..
