Es curioso, pero siempre se nos llama y nosotros llamamos a estar alerta, con los ojos bien abiertos para que nada, ni nadie nos sorprenda, o al menos, para que no nos agarren desprevenidos.

Sin embargo, a veces es bueno cerrar los ojos, salirse por un momento de la realidad del presente y hundirse en lo más profundo de nuestros más bellos recuerdos y al mismo tiempo elevarse al lugar y al tiempo donde nos sentimos más felices.

Es hermoso cerrar los ojos, en cualquier momento y en cualquier lugar, dejar escapar nuestro ser. Dejarlo ir hacia esos momentos, lugares y presencias a los que desea regresar.

Es un ejercicio maravilloso el de regresar con quienes amamos, cada vez que uno quiera, con solo cerrar los ojos. Son cada vez mas frecuentes mis escapadas hacia esos mundos que el tiempo ha ido transformando o borrando.

De vez en cuando, al cerrar los ojos, vuelvo a dar vida a esa niña delgadita de cabellos largos, oscuros como la noche, mimada y sobreprotegida, callada, ñoña, que jamás creció ante los ojos de su padre. Me gusta escaparme a las reuniones familiares, a los grandes festejos en casa con los amigos de mis padres.

Se dibuja una sonrisa en mis labios, al volver al día de la foto en familia que tomábamos cada año. En esos sueños sin estar dormida no falta nada, ni nadie. Con los ojos cerrados veo las cosas como las deseo, como fueron y ya no pueden ser.

En ese instante me reencuentro con quienes ya se han ido para nunca más volver, nos abrazamos, nos decimos todo lo que el tiempo no nos permitió.

Por eso me gusta cerrar los ojos de cuando vez, para recordar, para reencontrar, para entender y responderme algunos por qués. Lo hago para buscar compañías que jamás podré volver a tener, afectos que he perdido, para escuchar palabras que en otros labios no se escuchan igual, para sentirme protegida y amada como lo estuve alguna vez.

Es una opción, cuando el hoy y el ahora dejan de ser el mejor lugar.

Resulta tan placentero cerrar los ojos y caminar por donde quiero, con quien quiero, siendo feliz como nunca antes. Me gista tanto lo que veo con los ojos cerrados, que a veces pienso que quizás un día no quiera abrirlos de nuevo.

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