El dominicano en la organización, de Max Montesino

Un tema que ha ocupado las mentes de los pensadores más brillantes desde los tiempos de Aristóteles es el que trata sobre la sociabilidad como cualidad fundamental de los humanos.

Un tema que ha ocupado las mentes de los pensadores más brillantes desde los tiempos de Aristóteles es el que trata sobre la sociabilidad como cualidad fundamental de los humanos. El estudio “Retrato del dominicano en la organización”, del doctor Max U. Montesino, profundiza con rigor científico en las particularidades de nuestros coterráneos en el plano organizacional, investigación en la que se auxilia de la sociología, la psicología social, las estadísticas, la antropología y la cultura en términos generales, muy especialmente en las que abarcan las creencias enraizadas en la mentalidad popular.

Montesino, dominicano establecido como profesor universitario en Indiana, Estados Unidos, revela que se aventuró a dibujar cómo es el criollo al momento de organizarse, después de observarlo “actuar tanto en grupos como de manera individual, desde las tareas más estratégicas que nos podamos imaginar hasta las faenas más mundanas posibles”. Quien lee las 300 páginas del “Retrato” podría coincidir con el autor en que el quisqueyano no es mejor ni peor que ningún otro pueblo en lo organizacional, pero sí diferente.

Como observara hace décadas el norteamericano Oscar Lewis en sus investigaciones sobre la “cultura de la pobreza”, como latinoamericana, nuestra gente no escapa a “una explicación económica de la actitud fatalista”, debido a la inestabilidad cíclica de la economía en la región.

La búsqueda de dinero a través de la especulación, la manipulación y el juego de azar “retrata el caso de República Dominicana, donde existen bancas de apuestas en casi cada cuadra de casi cada calle, en casi todo pueblo, batey, caserío o vecindario”, comenta el investigador.

Demuestra el estudio que muchos dominicanos creen en la capacidad del otro para hacerle daño hasta torcer su destino “azarándole la vida”, en el “mal de ojo” y en la “consulta con el brujo”. Como “retrato”, el texto se limita a describir, sin diagnosticar ni pronosticar, tarea que deja en manos de quienes deben aportar ideas y trabajo para mejorar las actitudes del dominicano para bien de su bienestar y felicidad.

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