Durante la Cuaresma, los fieles creyentes se preparan para vivir espiritualmente, la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús

Para los católicos y quienes abrazan la fe en Cristo, este es un tiempo de purificación y de renovación de la vida cristiana para disfrutar a plenitud el misterio pascual del Señor.

Hay muchos que ayunan, otros realizan retiros y quienes aprovechan este tiempo para dejar a un lado vicios o costumbres no saludables, y así un cambio que les alimente el espíritu.
“Desde que inicia la Cuaresma yo suspendo el vino”; “Yo me abstengo de fumar”; “En Cuaresma aprovecho para hacer ayuno cada viernes”; “Estos días me los tomo para reflexionar procurando alejarme de todo aquello que me aparte del plan que Dios me tiene”… son algunas de las frases que escuchamos decir en ésta época y no está mal, pero el verdadero sentido del ayuno así como el de los retiros y el silencio, va más allá.

“Es un tiempo que aprovechamos para intensificar el camino que nos conduce a la conversión, rompiendo con todo aquello que signifique pecado”, dice Adriana Veras, cristiana que ora a diario y ayuna en tiempo de Cuaresma para “alcanzar la madurez espiritual”.

Sostiene que el ayuno va de la mano de la oración y la ofrenda, “de esa manera nos acercamos a Dios nuestro Señor. Ayunar purifica el alma”, subraya.

Algunos recurren a la penitencia en Cuaresma con el propósito de agradecer algún bien recibido o solicitándolo. “Es la “fuerza que ayuda a que los criterios y la vida evangélica, pasen de la mente al corazón y del corazón a la vida diaria”, cita Veras.

Mientras que Angelina Morales, quien hace penitencia y ayuno en Cuaresma inspirada en el agradecimiento dice que “la penitencia pesa como pesó la cruz a Jesús, pero es una carga que nos fortalece y así podemos abrazar el dolor y disfrutar de una paz que sólo el Señor nos da”.

Testimonio de vida de Miguelina Lluberes de Lara

Para mí la Cuaresma es un periodo especial en el que trato de acompañar a Jesús por 40 días en oración, ayuno, abstinencia y limosna, tal como Él lo propone. Cuando digo acompañar a Jesús, es porque me lo imagino en aquellos 40 días que Él se retiró a orar en la soledad del desierto, sufriendo, porque era un hombre al igual que nosotros… sufría como sufrimos nosotros… sentía como sentimos nosotros. Por tanto, lo que trato de hacer es acompañarlo en ese sufrimiento con oración y abstinencia… desde mi pequeñez, limitaciones y debilidades.

Muy dentro de mí, siento que lo acompaño en su sufrimiento de aquel momento, como si lo que Él vivió estuviera pasando ahora. Es como ponerme en su lugar, sufriendo lo que Él sufrió pero actuando como Él actuó. Y es precisamente vivir esa experiencia lo que nos va llevando poco a poco a convertirnos en mejores personas.

Por eso llamamos a esta época, tiempo de conversión. Porque en la medida en que nos adentramos a vivir la experiencia con Dios, nos va cambiando y/o convirtiendo nuestros sentimientos y nuestros corazones y, poco a poco, hasta sin darnos cuenta, sentimos la necesidad de hacer un cambio de vida reconociendo la necesidad de limpiar nuestro corazón de todo aquello que no venga de Él.

Vivir intensa y profundamente la Cuaresma, con un corazón abierto a recibir todo lo que Él nos quiere regalar es una maravillosa experiencia espiritual.

Nuestra Iglesia Católica nos ofrece y nos facilita ese acompañamiento de diferentes formas. Nos prepara mediante los retiros de Cuaresma que normalmente son de tres días. Nos invita a participar en los Vía Crucis, mediante el cual conocemos y aprendemos a apreciar la Cruz de Jesús, y nos invita también a vivir el Triduo Pascual, que son tres días que abarca la totalidad del misterio pascual.

Vivir este periodo intenso y profundo nos ayuda y nos permite aprender a cargar nuestra propia cruz con alegría con la esperanza de que algún día Él se glorificará en nosotros tal como lo hizo en la Resurrección…. Y entonces resucitaremos con El! Para su Honra y Gloria.

Por tanto, este tiempo nos ayuda a revivir nuestra fe y nuestra esperanza en aquel que todo lo puede. Nos ayuda a sentir cada día más la necesidad de su presencia en nuestra vida y de que Él sea el centro.

Es tan profundo el cambio que se va suscitando en nuestra vida, cuando nos convertimos espiritualmente y tratamos de vivir tomando como modelo la vida de Jesús, que ya no solo nos limitamos a orar, a ayunar y a dar limosna en tiempo de cuaresma sino que lo hacemos parte de nuestra vida cotidiana.

Como familia adulta tratamos de vivir juntos este período. Hemos sembrando la semilla, pero en realidad es una experiencia personal y particular, que llega a cada uno en el momento preciso.

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