Ayer terminó la tan esperada Semana Santa y con ella el asueto más largo del año, que todos aprovechan, aunque sea quedándose en casa y disfrutar de una inusual paz en el tránsito y en el ambiente. Otros se movieron a playas, pueblos “resorts”, a “la loma” y este año la sequía que nos azota, ayudó a disfrutar con pocas lluvias y escasos lodos. El comercio se dio gusto vendiendo y el público comprando. El desplazamiento de personas este año, como es lógico suponer, tuvo ribetes “ apoteósicos”. La capacidad de desplazamiento y el poder adquisitivo de parte de la población, se ha incrementado notoriamente y los análisis determinan que el criollo ahora dedica más recursos a fines vacacionales. Al margen de los que celebraron el llamado Triduo Pascual, que es el periodo en el que la liturgia cristiana católica y no católica conmemoran la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, como momento central de la Semana Santa.
Enterrado en una tumba nueva por Jose de Arimatea, “resucitó de entre los muertos”, según las Escrituras. Pilatos dio permiso para que fuera descendido de la cruz, porque según la ley mosaica ningún judío debía pasar la noche colgando, tras su deceso, y debía ser enterrado antes de que el sol se ocultase. Los cristianos apenas siguen los eventos de los 40 días en que Jesus estuvo haciendo apariciones, antes de subir al cielo a sentarse “a la diestra de Dios Padre” . Una buena parte de la población viajera criolla, retornó al lar nativo, adonde está “enterrado su ombligo”, a disfrutar con la familia, los amigos de infancia y encontrarse con lo que queda de las tradiciones perdidas y de los recuerdos de amores de infancia. El Cristo resucitado de los Cristianos vuelve con esperanzas diversas y aquellos a los que se les “disparó” el bolsillo, retornan a sus realidad de compromisos por cumplir, con la ventaja de que se acerca el “25” y el fin de mes. Las “habichuelas con dulce” y sus múltiples variantes, el “maíz con dulce” y el “chacá” sanjuanero, forman parte de esa época. El absurdo “carreteo” del eterno Amet, ahora con nuevo traje y nuevo lazo pero con la misma esencia, perturba a los cumplidores y da oportunidad a los aprensivos de hacer diabluras, mientras los oficiales se entretienen con los vehículos de las primeras filas. El país inicia un proceso de recuperación de la normalidad cotidiana, con los problemas propios de cada cual, sus rutinas, su trabajo y obligaciones. Es tiempo de retomar, lo que por un extraño sortilegio en los días iniciales de la Semana Mayor, “el mundo habitual se detuvo” y la gente dedicó sus esfuerzos a playas, montañas, viajes, bebedera y a comer como bestias, para el lunes pretender iniciar dietas criminales intentando infructuosamente, borrar chichos, “masitas” y sobrepesos, productos de las “contenturas” del apetito y la gula, vano empeño para revertir lo que “plátano maduro no vuelve a verde”.

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