El apoyo que el Gobierno ha dado, a todas luces, injustificado, a las sistemáticas agresiones de Estados Unidos contra Venezuela, le ha minado cualquier posibilidad para enfrentar injerencia de Washington en los asuntos internos de la República Dominicana.

De ahí que haya tenido que aguantarse las ganas de responder, de manera oficial, a los argumentos enarbolados por el senador Robert Menéndez destinados a motivar a la Administración de Donald Trump a buscar la vía de impedir que el presidente Danilo Medina modifique la Constitución para hacerse de una candidatura para un tercer término consecutivo.

En otras circunstancias, el Gobierno estaría en mejores condiciones para enfrentar el injerencismo de los norteamericanos en nuestros asuntos, aun fuera una aparentemente inofensiva petición de un senador al secretario de Estado.

Sin embargo, desde se asoció a Estados Unidos y otros países de la región para reconocer a un sinvergüenza como supuesto “presidente encargado” de Venezuela, el Gobierno dominicano perdió toda autoridad moral para reclamar que se respeten nuestros asuntos internos.

La comunicación de Menéndez al secretario Mike Pompeo es, ciertamente, una intromisión en los temas nacionales, un señalamiento que lo puedo hacer yo o cualquier otro dominicano que haya mantenido una crítica constante a la actitud de Washington contra Venezuela, pero no así ningún funcionario o allegado al Gobierno que ha aplaudido esa agresión.

Una agresión que en el caso dominicano no se justifica bajo ningún argumento, pues ha significado echar por la borda más de 100 años de una hermandad que se remonta al patricio Juan Pablo Duarte y a nuestro primer independentista, José Núñez de Cáceres, pasando más recientemente por figuras relevantes del siglo XX, empezando por el fundador del Partido de la Liberación Dominicana, profesor Juan Bosch.

¿Qué le ha hecho Venezuela a la República Dominicana que no sea hermandad y solidaridad? Sumarse a una agresión gratuita contra la nación bolivariana no fue más que una canallada que encuentra su respuesta en la imposibilidad de salirle al paso a la injerencia del senador Menéndez.

Y es que, como bien sostiene el lugar común, “quien a hierro mata a hierro muere”, por lo cual el Gobierno dominicano ha tenido que dar la callada por respuesta sin poder enfrentar al legislador cubano-estadounidense, quien desde la presidencia del Comité de Relaciones Exteriores del Senado es una personalidad de mucho poder en la política norteamericana.

Estamos en presencia de la consumación del dicho aquel de quien tiene techo de cristal debe eximirse de lanzar piedras, ya que la respuesta puede ser la rotura de su propio techo.

El senador Menéndez no debe intervenir en nuestros asuntos, así como Trump y los demás deben sacar las manos de Venezuela.

Posted in Visión Global

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas