Ortiz está ante el turno más apremiante de su vida. Si alguien ha probado que puede triunfar en esa situación, es él

David Américo Ortiz Arias construyó su carrera de Salón de la Fama respondiendo, mayormente, en los momentos de presión, esos instantes que pulverizan a muchos que sucumben ante el miedo.

No fue así con quien sin quizás ha sido el bateador designado de más impacto que se ha conocido en los registros de las Grandes Ligas.

Ahora que lucha por su vida tras un cobarde acto que ha sido repudiado en diferentes idiomas y latitudes, la esperanza de los millones de personas que lo tienen en sus oraciones y pensamientos se apoya en lo que le hizo grande: su voluntad de imponerse ante la adversidad, solo que esta es fuera del terreno, pero las apuestas son a favor del mismo David que cosechó conquistas de lujo con un bate prodigioso.

Su recorrido hacia la fama es tan épico como el de otros que sin tener nada lograron todo a base de sacrificio.

El hijo de Leo Ortiz y Ángela Rosa Arias era un enamorado del baloncesto a quien muchas veces su padre tuvo que sacar por la fuerza de una cancha. David quería ser como Michael Jordan. Leo lo veía en un estadio de pelota repartiendo palos. Bueno, 541 cuadrangulares, 632 dobles, y 1,768 impulsadas, entre otras estadísticas acumuladas, así lo confirman.

Valga la mención, Leo Ortiz fue un visionario.

Luego llegaron los procesos difíciles que todo pelotero vive en las menores, donde la frustración es ley de vida y se puede perder la batalla. Leo se aseguró de que David no abandonara con Minnesota, que lo dejó libre en 2002.

David estaba sin trabajo en ese invierno, pero lo mejor estaba por llegar.

Una llamada de su compadre Pedro Martínez, el mismo que en días recientes lloró ante las cámaras por la impotencia de ver a un hermano postrado por una herida de bala capaz de segar una vida, al entonces gerente de Boston, Theo Epstein, le valió para un contrato.

No necesitaba más que una oportunidad para entrar al globo. Así fue. Ortiz emuló la ética de trabajo de Pedro y Manny Ramírez, dos caballos incansables, y ya para 2004 el mundo de los Mayores se enteró que había un nuevo cazador de Yanquis llamado el Big Papi.

Y luego llegaron las coronas obtenidas en 2007 y 2013, esta última con su marca por todas partes, ya que fue el Jugador Más Valioso de esa Serie Mundial tras batear para .309 con dos cuadrangulares y seis remolcadas, entre otros aportes.

Altas y bajas

Entre cada anillo obtenido hubo momentos fuertes, ausencia por lesiones y hasta se dudó de si le quedaba combustible en el tanque. Sin dejar de reconocer que estos golpes llegaron a estremecerlo, David nunca tiró la toalla.

Con el paso del tiempo, Ortiz se preparaba para incursionar en otro terreno, el de filántropo. Inició labores altruistas con una fundación que ha logrado salvar centenares de vidas.

Esa es otra dimensión en su prontuario por la que es reconocido y tuvo que ver con que en la República Dominicana no se pegara un ojo desde el domingo.

Barack Obama, el presidente número 44 en los anales de los Estados Unidos, elogió la valía de David tras el bombardeo del Maratón de Boston en 2013.

Fue en ese escenario que Ortiz pasó a ser una leyenda en “Beantown”, gracias a sus breves palabras que devolvieron la chispa a una ciudad devastada por la muerte de inocentes.

“Stay strong”, dijo en inglés. “Manténganse fuertes”, traducido al español.

Ahora le devolvemos la frase a Ortiz para que así conecte otro batazo grande en un momento difícil.

Si alguien puede, ese es el número 34.

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