I.- Preparar a la niñez para el bien

1.- Es de gran significación educar al individuo para identificarse con aquellos que necesitan del calor humano. De ahí que importa preparar a los futuros ciudadanos y ciudadanas como entes sociales activos y pensantes, con sólidos principios éticos, morales y actitud para cumplir voluntariamente con deberes sociales.

2.- Es una necesidad contar con personas que tengan como norma de vida hacer suyas las legítimas aspiraciones de los que componen la mayoría de la comunidad. Se siente realizado aquel que supedita su existencia a llevar a efecto las convicciones que libremente ha abrazado.

3.- Es bueno que el niño dominicano comience a formarse como persona de alma noble; maravilloso en sus actuaciones; digno de ser admirado por el trato amoroso que dispensa; porque fascina con la delicadeza que se maneja en busca de hacer sentir alegre a sus semejantes.

4.- Las relaciones humanas son fructíferas cuando resultan del espontáneo querer que está fijo en el corazón y en la conciencia de quien fue preparado para expresar cariño, aprecio, sana estimación, y hacer sentir a los otros apreciados, muy queridos.

5.- La inclinación a la querencia está alojada en lo más profundo del sentir de quien es amoroso. El querendón siempre está apegado aportando dulzura, siendo mimoso y dándose a querer por la atracción que motiva su trato agradable. El que impulsa predilección prueba que se entrega con dilección para ser amado por aquel a quien le ha demostrado sincera estimación.

6.- Transmitir simpatía a las personas hace ver bien al que la practica; y en su comunidad gana cariño por su trato ameno. El que encanta con su proceder lleva alegría y espanta la tristeza que daña el buen humor y marchita el estado de ánimo.

7.- En nuestro medio está haciendo falta la persona con gracia, de ingenio, que rompa la rigidez. La actitud de hiel no trae euforia; por el contrario, la posición del malhumorado demuestra ser mala hostia.

8.- Conviene que hoy nuestras niñas y niños sean educados para que mañana demuestren que en su interior hay un corazón para levantar ánimos a los abatidos, apenados, entristecidos y desolados, porque provienen de hogares de padres optimistas, satisfechos de la vida por el deber cumplido y por tal razón procrearon descendientes entusiasmados, llenos de triunfalismo.

9.- Debemos de esforzarnos para llegar a tener un país placentero, compuesto por personas que sirvan para deleitar, cautivar por ser francos, abiertos y entretenidos; que somos gratos y de buen vivir; y siempre listos para complacer y alentar con suavidad.

10.- En la medida que probamos saber servir a los demás, demostramos que por encima de las dificultades que padecemos en lo económico y social, estamos hechos para comportarnos compasivos, de buen corazón; que cada uno de nosotros es, algo así, una alma de Dios, un cacho de pan; que no tenemos sentimientos aviesos.

II.- Debemos llenarnos de optimismo

11.- Sin importar lo bochornoso y lamentable que se presente la situación de un país, finalmente sobresale el decoro de los resueltos, la decisión de los honrosos y la dignidad de aquellos que confían que mil días se condensan en una hora, cuando los pueblos accionan indignados por la acumulación de bochornos, descaro y desvergüenza.

12.- Estamos obligados a llenarnos de optimismo, y razonar en el sentido de que no todo está perdido; que este es un pueblo que no está abandonado a su suerte, porque no todos somos viciosos, libertinos, degenerados y sinvergüenzas.

13.- Los padres en el hogar y los profesores en las escuelas, deben contribuir a que las niñas y los niños hagan suyos los lineamientos para llegar a ser adultos con formación dirigida a querer a los demás sin importar género, condición social, etnia o criterio ideológico.

14.- Todos aquellos órganos familiares o públicos que incidan en la formación educativa están en la obligación de idear, concebir, pensar cómo pueden influir en la conciencia de los jóvenes para que en ellos se quede el ideal, el deseo, el sublime objetivo de querer a sus semejantes. Es necesario, sumamente saludable que el ser humano haga suya una especie de doctrina de tener cariño.

15.- La sana voluntad de los que aquí aspiran a vivir en una colectividad que procura la comprensión, la tolerancia y la condescendencia, debe ser aceptada; darle la bienvenida; hacerle un recibimiento animado, para que esa intención se extienda a otros que tienen igual pretensión beneficiosa y edificante.

16.- Cualquier manifestación de buenos sentimientos hay que aplaudirla, rendirle culto, glorificarla, para que sirva de motivación positiva. De estímulo a ser imitada por aquellos que tienen el convencimiento de que en nuestro medio está haciendo falta el pronunciamiento, el llamado a lo que crea emoción, sensación y animo sincero, dejando ver con palabras y acciones el buen corazón; la buena voluntad, el agradable propósito de querer, y no aborrecer.

17.- A diferencia de como actúan los alicaídos, tristes y desalentados, aquellos que desean demostrar sincero querer deben dar sensación espontánea de sentirse bien, contentos y felices, para que así su bonanza sea bien recibida por aquel que se le quiere hacer saber que es estimado, y se le distingue porque su persona causa alegría.

18.- Ningún ser humano está preparado anticipadamente para odiar, aborrecer o fastidiar; por el contrario, está presto para demostrar simpatía, afectos. La tendencia de la mujer o el hombre es a dar cariño, no a mostrar antipatía.

19.- Lo que conviene a nuestro país es que cada quien sin renunciar a sus opiniones, haga suya la idea de que las desavenencias ideológicas, la división clasista y la desarmonía de pensamientos, no deben guiarnos al choque agraviado, a la enemistad odiosa ni al antagonismo insalvable. La discusión áspera lleva a perder la razón y quita el deseo de querer.

III.- Que cese el odio y los rencores

20.- Existen diferentes formas de ponerle fin a una disputa de cualquier naturaleza, sin necesidad de herir al adversario. Los dimes y diretes no están por encima de los sentimientos que debemos tener siempre en nuestro corazón y que nos mandan a comportarnos con generosidad y nobleza, rechazando todo lo que sea vileza, ruindad e innobleza.

21.- Si estamos formados para actuar como si nada ante las reacciones rabiosas de los iracundos, violentos y atribulados, cualquier ocasión es oportuna para poner en práctica la indiferencia, con la que probamos estar por encima de bellaquerías, fábulas, filípicas, ataques desorbitados y desmesurados.

22.- A los que aquí son duros de corazón debemos de tratar de humanizarlos haciéndoles saber que la sociedad quiere tenerlos en su seno, pero siendo dulces, sensibles, condescendientes, comprensivos, solidarios, bondadosos y listos para querer a sus congéneres en la comunidad.

23.- En nuestro medio, y particularmente en el debate político, sin mencionar palabras, y solo en los gestos, se observa que los contendientes recurren a todos los métodos posibles para agredir, hostilizar y de cualquier manera agriar, acidificar al competidor.

24.- Lo que pinta la realidad del país es que se ha perdido el aguante, la paciencia, la comprensión y la tolerancia, y su lugar ha sido ocupado por la impaciencia, el proceder brusco; la arremetida ciega; la aspereza dirigida a perjudicar sin contemplación de ninguna clase.

25.- Se impone que los sectores más sensatos reclamen, demanden, pidan que cese el odio y los enconos; que la repulsión gratuita no siga siendo algo normal en el ambiente nacional. La ojeriza y la rabia, se han colocado sobre el afecto, el cariño.

26.- Hay que hacer que prevalezca el querer para que desaparezca el trato despectivo, ultrajante e injurioso; y cuantos calificativos se utilizan para faltar el respeto, hacer sentir herido, levantar ronchas al adversario y a sus relacionados, sin importar que sean amigos, compañeros políticos o familiares.

Reflexiones finales

a) Los padres deben ser perseverantes con los niños; estar pendientes de sus actuaciones; escucharlos, mantener aguzadas las orejas; muy finos los sentidos; no quitarles los ojos de encima, en sí, sobre ellos tener puestos los cincos sentidos, porque distraerse, no hacer caso a sus actos equivale entregarlos a la voluntad de aquellos con los que les es fácil juntarse.

b) El hogar debe convertirse en un centro de formación originaria, dirigido con sentido especial; desempeñando los progenitores el papel fundamental con sus consejos, advertencias y observaciones. Más que papá y mamá, los padres tienen que ser consejeros, asesores, mentores, guías e inspiración.

c) Por necesidad, forzosamente estamos obligados a motivar a los padres para que desde lo más profundo de su corazón, saquen comprensión, dulzura y ternura; desarrollen estimación, suavidad y zalamería, y se las transmitan a sus chiquillos para lograr que reciban con agrado los mensajes que les dirijan.

d) Los padres pueden con su prédica dulce y reiterada, alcanzar que en el mañana nuestro país tenga en su seno mujeres y hombres que actúen con el convencimiento de que solamente la persona útil tiene significación, merecimiento en la comunidad donde vive.

e).- El ambiente donde vivimos hoy no es un jardín de rosas, ni un paraíso terrenal. Pero en este medio debemos levantarnos todos aquellos que confiamos en la potencialidad, la firmeza y decisión de salir adelante para así cumplir con nuestro deber como luchadores contra la injusticia, para alcanzar lo justo.

f) La infancia nuestra hay que educarla para que crea en el rendimiento como objetivo, para que en el futuro sea dueña de una patria prospera; de mujeres y hombres abrazados al trabajo, al desarrollo como forma de accionar con eficacia. Allí donde están los prácticos, positivos y valiosos, escasean los infructíferos.

g) A los infantes desde ya hay que fijarles en su mente la idea de que el medio social dominicano que merecemos y necesitamos será obra de ellos, que será el legado halagador que van a dejar a las generaciones venideras, y que para tal fin están obligados a desarrollarse siendo oficiosos. Si logramos levantar seres humanos preparados, diligentes y trabajadores, podemos construir un porvenir luminoso. Ningún conglomerado progresa desarrollando holgazanes, remolones, indolentes y zánganos.

h).- No debe estar en nosotros darnos por vencidos; demostrar inconstancia; ponernos de caprichosos; exhibirnos como si fuéramos veleidosos e incapaces de derrotar la ligereza y todo aquello que nos afea como país de personas luchadoras, emprendedoras y laboriosas.

i).- Debemos saber que cuantas veces nos dirigimos a alguien con buenos modales, estamos mostrándole lo que somos y el elegante comportamiento de que es merecedor. Nuestros gestos dicen la educación que tenemos, la instrucción que recibimos en el hogar, y la correcta asimilación de lo que aprendimos en la escuela.

j).- Si nos sentimos lesionados por los términos agraviantes lanzados por un contendor, el desquite, el despique no debe llevarnos a aturdirlo sacándolo de quicio; desacreditándolo, inquietándolo con desprecio, palabras odiosas y afrentosas; actuando con tirria, rabia y malquerencia.

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