La muerte en dos ruedas

Sin lugar a dudas, la primera causa de muerte en República Dominicana procede del inusual aumento de motocicletas que transitan por esas calles

Sin lugar a dudas, la primera causa de muerte en República Dominicana procede del inusual aumento de motocicletas que transitan por esas calles de Dios sin chapas, sin documentación y sin la debida regulación oficial, peor aún, ante la mirada indiferente de los agentes llamados a controlar el tránsito.

Las motocicletas, no importa que sean de mensajeros, motoconchistas o de uso privado, se han convertido en el arma de mayor peligro para el tránsito, la seguridad ciudadana, la estabilidad social y convivencia pacífica. Esta pandemia lleva más personas al hospital y al cementerio que cualquier enfermedad catastrófica.

Las agencias facilitan la adquisición de motocicletas hasta sin inicial y cómodas facilidades de pago. El negocio ha prosperado porque todo el que no quiere ni le gusta trabajar, encuentra la vida fácil desde una motocicleta.

Por esa causa, la mayor parte de los atentados, los atracos, los accidentes y de violaciones a las leyes de tránsito, está sobre los hombros de esta nueva industria y el irrespeto ciudadano encuentra en ella su mayor aliada.

Sin placas, seguros, licencias ni documentación adecuada los motoristas, delincuentes o no, transitan sin la mayor consideración a las leyes y, menos aún, a las regulaciones que rigen el sistema de tránsito en el país y, su incidencia es tal, que los agentes se hacen cómplices por omisión, debido a que no les aplican las sanciones establecidas.

Entran y salen de frente, por la derecha, por la izquierda, en vía contraria, de cualquier callejón, con el semáforo en amarillo, en verde o en rojo, con o sin casco protector y con más de dos abordo. Para ellos es igual, porque no hay ley ni autoridad que los controle.

El Gobierno debe comenzar por las agencias, con los agentes y terminar con los abusadores que utilizan las motocicletas para crear taponamientos, afectar la vida, la salud y la tranquilidad de los ciudadanos que tienen que perder y que realmente trabajan. Es tiempo de acabar el relajo.

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