Después del impacto inicial del efecto Guaidó, todo parece indicar que probablemente el régimen venezolano sobreviva y se eternice. Semejante conclusión contradice el sentido común. Esto así, pues un régimen que ha destruido su país debería colapsar desde adentro. Tomemos un ejemplo de la historia. Muchos historiadores argumentan que la hiperinflación de la República Alemana de Weimar facilitó su colapso y el ascenso de Hitler al poder. De acuerdo a la BBC, la tasa de inflación venezolana ha llegado al 1,300,000 %. Pero, contrario al sentido común, el colapso social y económico venezolano parece consolidar a Maduro. ¿Como explicar semejante fenómeno?

En primer lugar, la crisis en Venezuela ha provocado la partida de cuatro millones de personas. Como resultado el régimen se ha beneficiado por partida doble, pues se ha desembarazado de una parte importante de la población que no le es afecta, y como resultado, tiene menos bocas que alimentar. Y si bien la partida de estos venezolanos empobrece al país, esto igualmente favorece al gobierno, pues aunque parezca ilógico entre más pobreza, más poder acumula. Esto así, pues una población sometida a la hiperinflación y a la escasez dedica su tiempo a sobrevivir. La gente debe concentrarse en conseguir el alimento o la medicina que escasea, aún sea a costa del desesperado o desesperada que este a su lado, en el mismo empeño. El resultado es que la sociedad se atomiza, la solidaridad se rompe.
Cada quien busca salvarse como pueda. Y como si esto fuera poco, la escasez se presta a la manipulación cínica por parte del gobierno, que administra lo poco que hay.

Pero agreguemos el componente externo. La cultura latinoamericana es esencialmente de poses, de eslogan, pues su profundidad no llega más allá de la epidermis. Desde un principio los opositores latinoamericanos del régimen trazaron una línea roja: La no intervención. Asunto sagrado, tan sagrado que no merecía discusión. Tremendo error. Pues independientemente que se interviniera o no se interviniera, semejante declaración le otorgó al régimen un enorme margen para reprimir, sin temores.
Además, mientras se repetía el estribillo de la no intervención, los que apoyan a Maduro desde afuera tenían 25,000 soldados, dentro de Venezuela. Verdaderos comisarios políticos estalinistas para vigilar a los militares, aún dentro de las unidades mas pequeñas. Esto explica que cada inquietud militar es rápidamente detectada y duramente reprimida. En el ejercito no hay quien se mueva. Finalmente, no olvidemos que estamos ante un narco-estado. Por mas sanciones y confiscaciones que sufran los miembros de la cúpula, ellos rápidamente la compensan con una entrada inconmensurable de ingresos. Por todas estas razones concluimos que tendremos Maduro para tiempo. Ahora, la pregunta importante es si habremos aprendido la lección, para que un régimen tan nefasto no se alce con el poder en nuestro país…

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