Si lo hiciéramos nosotros…

Cuando utilizamos la expresión “desvestir a un santo para vestir a otro”, es más o menos lo mismo que decir “me endeudo para pagar otra deuda”.

Cuando utilizamos la expresión “desvestir a un santo para vestir a otro”, es más o menos lo mismo que decir “me endeudo para pagar otra deuda”.

Lo normal (y recomendable) es que no lo hagamos. Es decir, que busquemos la manera de pagar nuestras deudas y de no incurrir en muchas. Y es lo que tratan de hacer las personas responsables en sus hogares y en sus empresas. Si gastan más de lo que ingresan, se ajustan y bajan los gastos.

Esta virtud, llamada austeridad, garantiza la viabilidad de su existencia y las libera de las consecuencias tan dolorosas de las imprudencias financieras. Que a veces incluso se pagan con la muerte.

Esto es así a nivel individual. Porque el gobierno… ¡esa es otra historia! El dinero que maneja es de todos y no es de nadie y no tiene dolientes ni responsables directos.

Nadie se endeuda más que el Estado. Y lo hace irresponsablemente porque el sistema le permite muchas cosas que no les están permitidas a los ciudadanos comunes: declarar default, provocar inflación, dominar la justicia para que no haya culpables de incumplimiento o de desvió de fondos.

Y no solo se endeuda sin miramiento ni mortificación.

También hace otras cosas que “si las hiciéramos nosotros”, se llamaría robo. Como cuando le quita a unos (porque tienen demasiado, o porque consumen alcohol o cigarrillos, o porque son vanidosos en sus compras) para dárselo a otros. A la manera de Robin Hood.

Lo hace a la fuerza y amparado en la legalidad fiscal. A esto le llaman “redistribución social”. Bella palabra que ha encubierto feas travesuras. Entre ellas los favores entre compinches y la compra de votos vinculada al asistencialismo solidario (que a nadie ha sacado de la pobreza).

Y es que ya lo decía Frédéric Bastiat hace 200 años: “el gobierno es aquella institución que hace cosas, que si las hiciéramos nosotros iríamos presos”.

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