El dengue es una enfermedad endémica para República Dominicana y otros países tropicales y, por coincidencia, tercermundistas.

Cada dos o tres años la enfermedad surge en categoría de epidemia y ataca a pobladores de distintos sectores y poblados del país.

Jornadas preventivas van y vienen, y el dengue también aparece y desaparece burlando campañas (“cloro untao y tanque tapao”) o programas de fumigación que por el alcance de la enfermedad, resultan ineficientes o simplemente mal aplicados.

Hay que reconocer que combatir los brotes de dengue en un escenario donde hay deficiencias en servicios públicos esenciales es una tarea difícil. El mosquito Aedes aegypti es el principal vector de los virus que causan el dengue en sus diferentes tipos. Los seres humanos se infectan por picaduras de hembras infectadas. El insecto nace en agua limpia, donde la hembra deposita sus larvas. Los envases plásticos que son un componente mayoritario de los vertederos de basura que se forman en el país, en campos y ciudades, sirven también para criaderos.

Basura y agua limpia son factores que contribuyen a dificultar acciones contra los mosquitos. En un país donde el suministro de agua no es regular y constante, cómo prohibir que se almacene el líquido en cisternas, tanques, cubos, cubetas y otros medios de acumulación. Y la recogida de los desperdicios sólidos también tiene deficiencias, cómo puede aplicarse una campaña exitosa, que evite que el dengue sea una enfermedad de tanta incidencia en el país.

La semana pasada el Ministerio de Salud Pública, previa prohibición a los hospitales a dar cifras sobre la enfermedad, informó que hasta esa fecha y en lo que va de año, se habían reportado 3,433 casos, para un incremento de 2,882 con relación al mismo periodo del año anterior.

Quizás ese crecimiento, que se produce en un momento en que el país está siendo objeto de una campana turística negativa a nivel internacional, motivó a las autoridades de Salud Pública a prohibir los hospitales a dar informaciones relativas al dengue. Esa disposición, parecida a la escondida de la cabeza que hace el avestruz cuando siente miedo, no la medida ideal.

La opción es enfrentar los temas estructurales vinculados a la enfermedad, y mientras tanto no esperar que los brotes llegue a niveles de pandemia. Reenfocar las prevenciones como primer paso.

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