“Economicen las lágrimas de sus hijos a fin de que puedan regar con ellas su tumba”.
Pitágoras de Samos
Filósofo y matemático griego

Una frase que escuchamos con frecuencia ante cualquier situación que experimenta una transformación es “Los tiempos han cambiado”. En la mayoría de los casos las épocas y las sociedades, van cambiando, a veces no precisamente para bien, pero si bien es cierto que a pesar de que muchos aspectos de la vida social del ser humano se han modificado y empeorado sus sistemas de valores, no es menos cierto que algunos cambios favorables “se han tenido que dar”.

Con el paso de los años, ha variado el concepto y práctica de la paternidad responsable. Los nacidos entre los años 60 y 80 del pasado siglo XX podemos notar la diferencia de cómo era la figura paterna en nuestro hogar, a cómo somos ahora los que tenemos hijos nacidos de los 90 hasta estos días.

Ahora es diferente…

El siglo XXI llega con una generación

de hombres que ha tenido o han querido asumir con interés su rol dentro del seno familiar, más allá de ser proveedores.

Era muy difícil ver tres o cuatro décadas atrás a un padre cambiar con destreza y sin complejos los pañales de su hijo, mucho menos de su hija. O verles caminar de manos hacia la escuela. Esas tareas eran propias de la madre.

Ahora, es más común ver a un papá llevar a su hija al ballet, o a su hijo a las prácticas de pelota, y esperarlo. O asistir a las reuniones de padres en la escuela y tener la responsabilidad de llevarlos al médico, ya que la madre debe ir al trabajo o atender otras obligaciones. Esta realidad de “hombres nuevos” se puede constatar en cualquier paseo que demos por parques, o plazas comerciales, donde se pueden observar a papás con sus hijos comprando útiles escolares, juguetes, ropas, equipos electrónicos, entre otros.

Esta tendencia ¿Es por necesidad, modernidad o un real sentimiento de paternidad?

Para la psicóloga clínica Samaira Henríquez, este patrón de conducta en los padres es “por necesidad, para poder crear algunos vínculos que ya se han ido perdiendo en la familia; los padres no se sientan a la mesa con sus hijos, porque el tiempo del trabajo, la misma modernidad, han creado infinidades de conflictos, problemas”.

Coincidiendo con Henríquez, la licenciada en psicología escolar, Isidra De la Rosa considera que “no se trata de modernidad, sino más bien de la necesidad de que que los padres asuman el compromiso de interactuar más con los hijos, necesidad de romper el paradigma de que ‘los niños son de las madres, y los padres son de la calle’, que los valores también sean transmitidos por el padre, y que los niños vean a su papá como un ente de familia, y así romper esa violencia de los hombres hoy en día”.

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