La violencia de género y los llamados feminicidios (al margen de los debates sobre el término, es la denominación que actualmente se utiliza) se han convertido en la principal causa de muerte de las mujeres dominicanas, en su gran mayoría menores de 35 años. En nuestro país tenemos cada año una cifra importante de mujeres asesinadas, siendo el lugar del Caribe con mayor cantidad de delitos de este tipo según el III Informe Internacional “Violencia contra la mujer en las relaciones de pareja”, elaborado por el Centro Reina Sofía.

Los años 2010 y 2011, fueron los más sangrientos para las dominicanas, superando en ambos los 200 asesinatos de mujeres. A partir de 2012 comenzó una ligera reducción anual que se ha sostenido, pues no hemos vuelto a cruzar la barrera de los 200. Sin embargo, sigue siendo demasiado.

El impacto de esto es serio y abarcador, ya que no sólo acaba con la vida de las mujeres, sino que destruye familias, situación favorable para que se perpetúe la pobreza y caldo de cultivo para que prosperen inclinaciones a prácticas delincuenciales.

Por ello se necesita más atención y disposición de tomar medidas urgentes, como la definición de una política concreta y un protocolo de actuación, la creación de más centros para mujeres maltratadas y el desarrollo de más programas para concienciar a agresores y potenciales agresores. Es necesario que exista al menos un centro por provincia y que trabajen los fines de semana y en horario nocturno, pues la mayoría de los asesinatos de mujeres ocurren precisamente en la madrugada.

Pero aún más importante es la necesidad de educar a una población machista en la que existe una permisividad social al maltrato a la mujer, reflejada incluso en el trato discriminatorio que reciben muchas mujeres cuando presentan sus denuncias, y en los pocos casos que llegan a los tribunales, las leves condenas que imponen algunos jueces.

La mejor muestra de que si el Estado jugase un rol más activo muchas muertes serían evitables es que en muchos casos de mujeres asesinadas se ha confirmado que las mismas habían dado a las autoridades una voz de alerta que fue ignorada.

Y casi siempre la justificación de esta pasividad es que “en pleitos de marido y mujer nadie se debe meter”, frase absurda por la cual hay tantas mujeres maltratadas y asesinadas.

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