Entender desde el inicio de elección de carrera, que la base de una sociedad y lo que determina la misma es la familia, ha sido durante todo el tiempo la motivación en especializarme en esta área, y claro está, lo dice el titulo de nuestra columna, lo he realizad durante los últimos 12 años a través de este medio. Los cambios y trasformaciones que esperamos en este momento histórico, solamente lo experimentaremos cuando socialmente en conjunto entendamos que es dentro de ella donde se debe iniciar el enfoque y trabajo, siendo la mejor inversión cuidar el desenvolvimiento cotidiano de las mismas. Es mío el eslogan: “Familias saneadas, sociedades saneadas”. Es por esto que quiero compartirles un escrito que llegó a mis manos en esta semana, de una persona que por asuntos de trabajo he tenido el privilegio, durante los meses que van en el curso de este año, compartir y aprender de su experiencia, no sólo en el área eclesiástica, sino también de su vida en sentido general; y es el editorial de la revista “A hora Buena” de los Colegios Episcopales de la República Dominicana, escrito en el mes de noviembre del año 2001, por el Reverendísimo Obispo Diocesano Moisés Quezada Mota, ya que en ese tiempo él era rector de uno de los colegios, y es el siguiente:

La mayoría de los orientadores de la sociedad afirman con preocupación que la familia está en crisis. Esta situación es visible en la descomposición familiar, la cantidad de divorcios y otras manifestaciones que se pueden ver en los desajustes conductuales de los hijos y la descomposición moral de la sociedad. Pero a pesar de esta lamentable y dolorosa situación, no debemos perder el optimismo en la familia. Debemos afianzar nuestra confianza en la familia, como el núcleo social que puede corregir y enderezar mucho de las faltas de valores morales que sufre la sociedad moderna.

Los padres debemos poner más atención a los hijos y enseñarles la importancia que tiene la unidad familiar en base al amor, el respeto mutuo, la comprensión. En la familia debe primar la comunicación, que fluya entre los que la integran de manera que haya confianza y respeto entre todos. Dios no debe faltar en la agenda familiar, cada día debemos enseñarles a nuestros hijos a que deben dar gracias a Dios por todo. La Familia debe ser un altar de adoración a Dios.

Debemos creer en la familia; si perdemos esta confianza, perdemos todos en la sociedad.

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