Introducción

He visto a mucha gente de buena voluntad defendiendo conceptos, referidos a realidades muy importantes, que los dejan de defender cuando saben su significado correcto. Estaban confundidos.
Así, por ejemplo, grupos afirman “la Iglesia se opone a la educación sexual”. Eso es falso. Al contrario, afirma que es necesario la educación sexual, pero que no puede ser de cualquier manera. Jamás podremos aceptar una educación sexual en la que se incluya una práctica de relaciones sexuales antes de tiempo. Algunos admiten incluso, por ejemplo, que la educación sexual debe incluir relaciones sexuales entre niños, sin distinción alguna, entre niños y niños y niñas o niños con niños y niñas con niñas. Esto suena a aberración, pero para algunos defensores de la educación sexual en las escuelas debe ser algo normal.

Otro caso: El de los que afirman “la Iglesia se opone al control de la natalidad”. También falso. La Iglesia defiende una planificación familiar, sabia, razonable, pero no un control hecho de cualquiera manera en contra de las leyes naturales, incluida en ellas la salud psicológica de las parejas.

Ahora les invito a que nos centremos particularmente a continuación en estos otros dos conceptos y realidades que están sobre el tapete.

1. Una cosa es “ideología de género” y otra “igualdad de género”
Una cosa es la ideología de género y otra la igualdad de género.
También yo pasé por esa confusión. En el año 2007, en la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano del Caribe, celebrada en Aparecida, Brasil. En esa gran Asamblea se trató el tema de ideología de género. Antes de la votación final, dije a un hermano obispo: “Ese es un buen aporte para la defensa de la mujer”. Él me dijo: -“No, Ramón, no confundas ideología de géneros con igualdad de género. Nosotros defendemos la igualdad de género, hombre y mujer, pero no la ideología de género”.

Así, en el Documento Final de Aparecida se precisa la ideología de género de la siguiente manera:

“Entre los presupuestos que debilitan y menoscaban la vida familiar, encontramos la ideología de género, según la cual cada uno puede escoger su orientación sexual, sin tomar en cuenta las diferencias dadas por la naturaleza humana. Esto ha provocado modificaciones legales que hieren gravemente la dignidad del matrimonio, el respeto al derecho a la vida y la identidad de la familia[1]” (v Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, #40).

En cambio, ese mismo Documento a la dignidad y participación de las mujeres dedica unos párrafos precisos y claros, los 451-454. Justamente nos colocan en la línea de igualdad de género. Leamos:

“La antropología cristiana resalta la igual dignidad entre varón y mujer, en razón de ser creados a imagen y semejanza de Dios. El misterio de la Trinidad nos invita a vivir una comunidad de iguales en la diferencia. En una época de marcado machismo, la práctica de Jesús fue decisiva para significar la dignidad de la mujer y su valor indiscutible: habló con ellas (cf. Jn 4, 27), tuvo singular misericordia con las pecadores (cf. Lc 7,36-50; Jn 8,11), las curó (cf. Mc 5, 25-34), las reivindicó en su dignidad (cf. Jn 8, 1-11), las eligió como primeras testigos de su resurrección (cf. Mt 28, 9-10), e incorporó mujeres a al grupo de personas que le eran más cercanas (cf. Lc 8, 1-3). La figura de María, discípula por excelencia entre discípulos, es fundamental en la recuperación de la identidad de la mujer y de su valor en la Iglesia. El canto del Magnificat muestra a María como mujer capaz de comprometerse con su realidad y de tener una voz profética ante ella.

La relación entre la mujer y el varón es de reciprocidad y colaboración mutua. Se trata de armonizar, complementar y trabajar sumando esfuerzos. La mujer es corresponsable, junto con el hombre, por el presente y el futuro de nuestra sociedad humana.

Lamentamos que innumerables mujeres de toda condición no sean valoradas en su dignidad, queden con frecuencia solas y abandonadas, no se les reconozca suficientemente su abnegado sacrificio e incluso heroica generosidad en el cuidado y educación de los hijos, ni en la transmisión de la fe en la familia. Tampoco se valora ni promueve adecuadamente su indispensable y peculiar participación en la construcción de una vida social más humana y en la edificación de la Iglesia. A la vez, su urgente dignificación y participación pretende ser distorsionada por corrientes ideológicas, marcadas por la impronta cultural de las sociedades del consumo y el espectáculo, que son capaces de someter a las mujeres a nuevas esclavitudes.

Es necesario en América Latina y El Caribe superar una mentalidad machista que ignora la novedad del cristianismo, donde se reconoce y proclama la “igual dignidad y responsabilidad de la mujer respecto al hombre”[2].

En esta hora de América Latina y El Caribe, urge escuchar el clamor, tantas veces silenciado, de mujeres que son sometidas a muchas formas de exclusión y de violencia en todas sus formas y en todas las etapas de sus vidas. Entre ellas, las mujeres pobres, indígenas y afroamericanas han sufrido una doble marginación.
Urge que todas las mujeres puedan participar plenamente en la vida eclesial, familiar, cultural, social y económica, creando espacios y estructuras que favorezcan una mayor inclusión.”

Al precisar los conceptos queda claro que no aceptamos la ideología de género, pero defendemos, por los medios a nuestro alcance, la igualdad de género, hombre y mujer “Varón y mujer” los crea Dios y lo hace la naturaleza.

2. Una cosa es defender, otra atacar

Salimos en defensa de la vida, pero los que matan o maltratan la vida se sienten atacados ante esta defensa.

Así: Fray Antón de Montesinos defendió la vida de los indígenas, pero los colonizadores españoles se sintieron atacados; los obispos dominicanos en 1960 salieron en defensa de la vida de los jóvenes, pero Trujillo sintió que era un ataque a él y su régimen; también en el tema del aborto, los científicos y, con ellos, la Iglesia, salen en defensa de la vida del niño no-nacido.

A este respecto, permítanme reproducir, una vez más, el capítulo 20 de mi libro “Vida y Aborto. Afirmaciones científicas, éticas y legales”, capítulo al que puse como título: “Tres momentos de la Iglesia en defensa de la vida”.

Considero que, en la historia dominicana, los tres momentos más fuertes de la Iglesia en defensa de la vida son estos:

1. En el siglo XVI, la defensa de los indígenas por parte de los dominicos en la voz de Fray Antón de Montesinos, cuando clamaba en el Adviento de 1511 “Una voz grita en el desierto de esta isla. ¿Aquesto no son seres humanos?”.

Y fueron reprimidos por los colonizadores, expulsados y sufrieron mil calamidades. Fray Antón de Montesinos terminó en Venezuela. Ese hecho, junto a otros, sirvió de base para el establecimiento del derecho internacional de los derechos humanos.

La enorme estatua de Montesinos en el Puerto de Santo Domingo de cara al Mar Caribe y al mundo entero parece gritar todavía “¿Aquesto no son seres humanos?”

2. En el siglo XX, la defensa de la vida sobre todos los jóvenes ante la represión de Trujillo en la voz de los Obispos, a petición de las madres dominicanas de esa época, cuando decían en su Carta Pastoral de enero 1960: “Cada ser humano, aun antes de su nacimiento, ostenta un cúmulo de derechos anteriores y superiores a los de cualquier estado”. Entre ellos el derecho a la vida, junto a otros seis más que también enumeran: “En efecto, ¿a quién pertenece el derecho a la vida, bien radical, de todo ser que aparece sobre la faz de la tierra, sino únicamente a Dios, Autor de la vida?”.

Evidentemente, la fiera represión física y verbal del régimen de Trujillo, no tardó en llegar y duró hasta su muerte.

3. En el siglo XXI, la defensa de la vida frente a las leyes proabortista en la voz de los obispos, sacerdotes, diáconos, religiosa, laicos, movimientos e instituciones laicales, otras congregaciones cristianas e instituciones humanistas no laicales.
Igual que en el siglo XVI y XXI, los cañones de ataques contrarios tampoco han faltado. Con la particularidad de que han sido dirigidos casi única y principalmente a la Iglesia católica en la persona de sus obispos.

De nuevo, una voz grita en el desierto de esta isla, esta vez desde la garganta de nuestra constitución que clama en su artículo 37: “El derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte. No podrá establecerse, pronunciarse ni aplicarse, en ningún caso, la pena muere”.

Grito proclamado prácticamente 500 años después del de Montesinos, 1511, la constitución de la República Dominicana fue proclamada en 2010, el 26 de enero, justo el día del nacimiento de Juan Pablo Duarte.

Conclusión

Conozco personas que defienden algún tipo de aborto, con sinceridad, de buena voluntad, pero hay otras voces que son interesadas.”

Certificación

CERTIFICO que con mi trabajo PRECISANDO CONCEPTOS quiero invitar a todos los de buena voluntad a precisar conceptos antes de emitir juicios y afirmaciones, que pueden ser erróneas sin ellos pretenderlo.

DOY FE, en Santiago de los Caballeros, a cinco días del mes de septiembre del año del Señor 2019. l
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22 Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo, n. 2, 31 de mayo de 2004, que cita el Pontificio Consejo para la Familia, Familia, matrimonio y “uniones de hecho”, n. 8, 21 de noviembre de 2000.

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