Para Camus la frontera que separa los crímenes de pasión de los crímenes de lógica “es incierta”, incluso el crimen podría tener justificación filosófica. Más si el hombre se acepta como es y mira la vida como compleja, con una serie de hechos anónimos y sobre los que no tenemos control, (El hombre rebelde).

En todo caso, no tengo culpa de que mi madre haya muerto, iré a su velorio, no tengo de otra, a unos 80 kilómetros de aquí, en Marengo: qué más puedo hacer. Tomaré el autobús que me dejará cerca, mi patrón deberá darme unos días para cumplir. No sé si me dará el pésame, aunque, a decir verdad, tampoco lo espero.

Estos pensamientos, pudieron pasar por la mente de Meursault, el protagonista de “El extranjero”, la breve y, a la vez, gran novela de Albert Camus, sin dudas una alegoría sobre “la condición humana”.

Esta novela, amén de su notable trama filosófica, de igual forma, tiene un interesante fondo jurídico.

Meursault, conoce un proxeneta de nombre Raymond, quien tiene problemas con unos árabes, por una joven que había golpeado.
Junto a él y su novia visitan un amigo en la playa, donde se encuentran con los árabes y tienen un incidente, que no pasa a mayores. Luego, Meursault, con el revólver de Raymond, decide volver solo a la playa a caminar, bajo el sofocante calor y, sin buscarlo, pues para él “era una historia terminada”, se encontró nueva vez con uno de los árabes. Quien, luego de mirarse mutuamente por unos minutos, saco su cuchillo cuya “luz surgió dese el acero como una larga hoja relumbrante que alcanzaba mi frente. En el mismo instante, el sudor acumulado en mis cejas corrió de pronto sobre los parpados y los cubrió…”. En estas condiciones, y empujado por el insoportable calor, haló del gatillo y disparó “cuatro veces sobre un cuerpo inerte en el que se hundían las balas sin que lo pareciese”, con esta acción “había destruido el equilibrio del día, el silencio excepcional de una playa donde había sido feliz” y, sin dudas, “llamaba a la puerta de la desgracia”.

En la segunda parte de la novela, luego del arresto de Meursault por el homicidio, fue interrogado varias veces por el juez de la instrucción quien, como el justiciable no tenía un abogado de su elección, le nombró uno “de oficio”: “Era bajo y gordo, bastante joven, con los cabellos cuidadosamente engominados. A pesar del calor (yo estaba en mangas de camisa), llevaba un traje oscuro, cuello de pajarita y una extraña corbata con anchas rayas negras y blancas”.

En la primera reunión el abogado defensor se había informado sobre la vida privada de Meursault, y que este “había dado muestras de insensibilidad el día del entierro de mamá”, lo que sería un argumento para la acusación. Sin dudas, el abogado “de oficio” había ido preparado para la entrevista, pero se encuentra con una persona que parece no tener sentimientos de culpa ni remordimiento.

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