Cuando hace mucho calor, los médicos nos advierten de sus efectos: deshidratación y estrés, lo que puede afectar la salud cardiovascular y elevar la presión. Es de rigor recomendarnos ingerir muchos líquidos, cubrirnos del sol y usar ropas ligeras. Pero consta también que el calor nos pone irritables. Ahora se ha comprobado experimentalmente que nos pone también antisociales y agresivos y aumenta la conflictividad. Como si fuera poco, también aumenta las migraciones domésticas y el uso de energía; reduce la productividad, el comercio internacional, la actividad física y la fertilidad. Altas temperaturas no afectan nuestra capacidad cognitiva como tiende a creerse (“no puedo ni pensar del calor que hace”), según ha sido comprobado. Pronto, iniciaremos unos meses de pausa del calor.