La Constitución dominicana del 6 de noviembre de 1844 tuvo la influencia de diversas constituciones, entre ellas la Constitución de Cádiz. Algunos historiadores dominicanos han debatido las posibles influencias de la Constitución de Cádiz en la tradición constitucional dominicana, como se puede evidenciar en las obras de Fernando Pérez Memén, Américo Moreta Castillo, Julio Genaro Campillo Pérez y Wenceslao Vega Boyrie.
La Constitución de Cádiz rigió en nuestro país en dos ocasiones, de 1812 a 1814, y de 1820 a 1821, cuando José Núñez de Cáceres proclamó la Independencia el 1° de diciembre del precitado año. Fue al maestro, orador y sacerdote, Bernardo Correa y Cidrón como rector de la Universidad de Santo Tomás de Aquino a quien le correspondió el 2 de junio de 1820 pronunciar el discurso del acto de juramentación de la Constitución de Cádiz en Santo Domingo.

Correa y Cidrón, quien había defendido el dominio francés sobre Santo Domingo y se había opuesto a la lucha que dirigió Juan Sánchez Ramírez y Ciriaco Ramírez contra los franceses, había abandonado la Isla después del triunfo de las tropas criollas en la Guerra de Reconquista en 1809 y se había embarcado para Francia. En París se reunió con el emperador Napoleón Bonaparte, quien lo envió a España con una recomendación para su hermano José Bonaparte, el cual lo nombró Canónigo de la Catedral de Málaga. En 1812 los franceses se retiraron de España, pero Correa y Cidrón se quedó en Málaga. Las autoridades españolas lo destituyeron como Canónigo y lo encarcelaron. Estuvo encarcelado desde poco después de la caída de Málaga hasta algún momento de 1815. Liberado del cauterio, debió agotar incómodos procesos para obtener el permiso de residencia en Santo Domingo, después que se aceptó su juramento por el monarca español. En 1816 le fue reconocida una absolución judicial. Regresó a Santo Domingo donde fue recibido sin ninguna dificultad por el entonces gobernador Sebastián de Kindelán y bajo la tutela del arzobispo de Santo Domingo Pedro Valera y Jiménez había sido designado rector de la Universidad.

Siendo rector de la Universidad Santo Tomás de Aquino, pronunció el 2 de junio de 1820 el discurso del acto de juramentación de la Constitución de Cádiz en Santo Domingo ante el claustro y la matrícula completa de estudiantes convocada por disposición del capitán general de la colonia. Este discurso fue impreso en Santo Domingo el mismo año en que lo pronunció Correa y Cidrón. Máximo Coiscou Henríquez lo localizó en el Archivo de Indias de Sevilla y lo publicó en el Volumen I de sus Documentos históricos procedentes del Archivo de Indias, en 1928.

Desde el punto vista de la historia de las ideas en Santo Domingo y del pensamiento político, este discurso es su obra de mayor peso intelectual donde las ideas liberales están presente y que lo coloca en primera fila entre los intelectuales de la época. El historiador y diplomático dominicano Fernando Pérez Memén, en su artículo La idea de la soberanía durante la España Boba, considera que Correa y Cidrón “expresó en su discurso las aspiraciones e ideales de la clase media emergente, relativas a orientar la sociedad en el marco del liberalismo despojando a la aristocracia latifundista y hatera de la dominación social y política de la colonia”.

En su discurso hace una apasionada apología de la Constitución de Cádiz. Defiende la visión de la soberanía del pueblo, no bajo el marco de las ideas de los filósofos ilustrados franceses, sino como un producto del devenir histórico de la nación española. Sustentó la idea de la soberanía popular, no en el pensamiento político de John Locke, ni de Juan Jacobo Rousseau, sino en la propia España, percibiendo el ejercicio de ella por el pueblo español en un pasado remoto. Así “el derecho del pueblo para concurrir a las Cortes y dar su voto sobre asuntos graves de la monarquía y formación de las leyes estuvo vigente por más de diez siglos en España, hasta la entrada de la Casa de Austria y después la Casa de los Borbones”, quienes quitaron al pueblo sus derechos y asumieron en su persona el poder soberano.

Resulta interesante el origen en el que sitúa Correa y Cidrón la idea de soberanía popular para defender la Constitución de Cádiz. A pesar de que en un momento fue afrancesado y defendió el dominio francés durante la llamada Era de Francia en Santo Domingo y que conoció a los filósofos de la Ilustración Francesa, no defiende la idea de soberanía popular bajo los postulados de estos filósofos, sino en las ideas y las creencias que brotaban del pasado hispánico.

En la defensa que realiza Correa y Cidrón en su discurso de la Constitución de Cádiz hay toda una crítica bien elaborada al régimen absoluto y a sus defensores. A través de un análisis histórico condenó a éstos y a los reyes y príncipes que mediante la fuerza y la opresión se apropiaron de la soberanía del pueblo señalando que “la fuerza no valida la traslación de la soberanía del pueblo al príncipe”.

Otro aspecto importante a destacar es que la concepción política que defiende Correa y Cidrón en este discurso en relación a la democracia, se puede inscribir como señala Roberto Cassá, en la misma línea de algunos liberales españoles, que intentan “compatibilizar la figura real y la permisión de la coexistencia de la nobleza, como ámbito privado, con el régimen moderno de las libertades y la igualdad”. El mismo Cassá señala que el “punto crucial de la novedad de la Constitución española radicaba en la consagración de la igualdad de todos los ciudadanos, los integrantes del pueblo, sujetos únicos de la soberanía. Aunque no abolió los títulos de nobleza, no los tomaba en cuenta para fines legales”.

Contrario a las posiciones más extremas de la Revolución Francesa que tenía como blanco la monarquía y los privilegios de la nobleza, el blanco a derribar no se encontraba ni en la monarquía ni en el estamento de la nobleza en sí. Estaba circunscrito a obligar a los monarcas a reconocer la subordinación a la soberanía del pueblo y a los nobles a que aceptaran que los demás eran iguales a ellos y que debían disfrutar de derechos similares.

El discurso en el que Correa y Cidrón defiende la Constitución de Cádiz como la más sabia, finaliza con un llamado a jurar la “Constitución que nuestro Rey Fernando VII ha jurado porque así lo ha querido el unánime voto de la Nación.”

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